Sorrento, entre limones y limoncello frente al Tirreno

Postal desde Italia

Sorrento, entre limones y limoncello frente al Tirreno
Editorial Team

El día amanece cubierto y lloviznando. Pero tengo previsto visitar Pompeya y me acerco a la estación con inquebrantable esperanza, que se hace añicos al constatar que la nube sigue igual. Pero, ya puestos, entro en Napoli Centrale y tomo el tren. Destino… Sorrento.

Salimos hacia el sur engarzando estaciones dispuestas al borde del golfo de Nápoles. Han cantado sus aguas, sus luces, su aroma, Caruso, Pavarotti e incluso Elvis Presley. Pero hoy, este ideal mediterráneo se reduce a un mar de plomo sin horizonte. Y será por la nube, que acabo pensando en la polvareda ardiente que, en el año 79, sepultó Herculano y Pompeya. Hoy, sin embargo, por mucho que sepa que estará por allí, del cono volcánico del Vesubio, ni rastro.

Sorrento disfruta de un emplazamiento privilegiado salpicado de hoteles y villas decimonónicas envueltas por jardines

Tardamos poco más de una hora en alcanzar Sorrento. Sus orígenes se remontan a un mitológico nieto de Ulises. El nombre de la población se supuso surgido de un templo dedicado a las sirenas, aunque parece más sensato que provenga del griego sirrenton (confluencia). En cualquier caso, Sorrento disfruta de un emplazamiento privilegiado, dispuesto en una roca cortada sobre la mar Tirrena. En su peaña de piedra, se asientan hoteles y villas decimonónicas envueltas por jardines.

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Me acerco a la catedral con alma románica y fachada nueva, y paso frente a la lonja de la Società Operaia di Mutuo Soccorso, antaño centro de reunión de la mitad de la nobleza local. En la estrecha vía de San Cesareo, como no hay sol, no hay turistas, y los escasos visitantes y tenderos podemos tratarnos con familiaridad. 

Exponen limones, naranjas y mandarinas, claro. También un surtido de quesos: provolone, mozzarella, ricota, treccia, caciocavallo. Entre los espirituosos, anoto crema de almendras, licor de nueces. Pero los derivados del limón se llevan la palma: caramelos de limón, galletas de limón, roscos de limón, turrón de limoncello, botellas de limoncello con formas distintas, hasta de pene enhiesto o de Pulcinella, el astuto personaje de la commedia dell’arte.

Amalfi costa y península de Sorrento

Sorrento, en la costa Amalfitana

Aleh Varanishcha/Getty Images/iStockphoto

Bajo al puerto, entro en el claustro gótico de San Francesco y, para remachar el asunto local, me adentro en un vergel donde crecen limoneros. En la factoría adjunta exponen cómo convierten los frutos en mermelada y en limoncello, la bebida que expiden a la conquista del mundo. 

Su origen, que podría remontarse varios siglos, según la leyenda tiene nombre y apellido, que se sitúa a principios del siglo XX en la isla de Capri, en casa de Maria Antonia Farace. Su receta pasaría a su hijo y luego a su nieto, quien expandió la producción artesanal del licor. En cualquier caso, me aplico en una cata meticulosa, que incorpora también el licor de regaliz, producto que les llega de Calabria y que merece un estudio más detallado.

Cuando salgo con ese saborcillo entre los dientes, el sol que calienta mis entrañas se asoma en el cielo. ¡Se ha disipado la nube! ¡Estará despejado en Pompeya! Y se suma al alborozo la fanfarria de trompetas, trombones y tubas del octavo regimiento de Bersaglieri que, con sus plumones exuberantes en el sombrero, me despiden desde la plaza Tasso cuando paso camino de la estación.

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