Sajazarra, el pueblo medieval riojano con manos en las paredes

Mundo insólito

La localidad atesora originales muestras de arte contemporáneo creadas desde finales del siglo pasado

'Paredes amantes' en la calle Rosa de Sajazarra

'Paredes amantes' en la calle Rosa de Sajazarra

sajazarra / Instagram

Es fácil pasarse de largo Sajazarra. Es un pueblo de poco más de un centenar de habitantes acurrucado a la derecha de una larga recta de la carretera LR-209 que conecta con Miranda de Ebro y Vitoria, un poco más al noreste. Es una parte del territorio riojano generalmente ignorado, pues los focos suelen centrarse en las grandes villas vitivinícolas, como Haro.

Sajazarra también tiene viñas y produce vino, por supuesto. Pero su núcleo urbano destaca por el patrimonio histórico y artístico, uno de los más destacados de La Rioja. El castillo del siglo XV es unánimemente considerado una de las fortalezas mejor conservadas y más bellas de la comunidad autónoma. El núcleo urbano es tranquilo y armónico, y en él se tropieza con la iglesia de la Asunción y la única puerta que queda de las antiguas murallas, una entrada gótica conocida localmente como el Arco.

Por si ello fuera poco, Sajazarra cuenta con parte del patrimonio heredado de las muestras de arte contemporáneo que se celebraron desde finales del pasado siglo y que quedaron abruptamente interrumpidas en 2020. Sin embargo, de todas las obras que se expusieron en esas dos décadas, han quedado retazos que decoran sorpresivamente el casco viejo.

La 'Campana de la Mora', de Joan Fontcuberta, consta de 14.000 fotografías de los archivos personales de los habitantes de Sajazarra

La 'Campana de la Mora', de Joan Fontcuberta, consta de 14.000 fotografías de los archivos personales de los habitantes de Sajazarra

sajazarra / Instagram

El edificio del Ayuntamiento, del color caramelo característico de la piedra de esta zona, está atravesado por un metálico dragón que asoma su cola por un extremo de la casa consistorial y saca su cabeza terrorífica por el lucernario opuesto. En la calle Rosa, un rinconcito que pasaría inadvertido por ser apenas el callejón de aireación generado por dos casas, está la escultura bautizada como Paredes amantes. De cada uno de los lados surge una mano extendida que quiere tocarse con la de enfrente. Resulta tan romántica como angustiosa, el petrificado contacto es imposible.

La puerta de la iglesia, con un arco ojival característico, está revestida de un pentagrama obra de Chema Madoz, una de sus pocas facturas no fotográficas. Así, la entrada al templo se convierte en una melodía. 

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Otras obras que han decorado Sajazarra ha sido la Campana de la Mora, un remedo de la campana que habría regalado una princesa árabe en agradecimiento por haber sido bautizada en esta localidad. Pero la pieza no está formada por bronce fundido sino por 14.000 fotografías de los archivos personales de los habitantes del pueblo, que las cedieron para que el artista Joan Fontcuberta les diera una nueva función al convertirlas en un mural fotocerámico.

Jarrones, jarras y aguamaniles turcos de latón de siglos precedentes se encierran en vitrinas que aparecen sorpresivamente en uno de los jardines de la villa... Sajazarra se convierte así en una mezcla de núcleo medieval perfectamente conservado y una irrupción de obras de arte modernas que, hasta una decena, jalonan las calles del municipio.

Este artístico pueblo es un punto de partida excelente para conocer, además, localidades encantadoras cercanas ubicadas al pie de Peña Luenga, en los Montes Obarenes, como Cellorigo.

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