Leticia Sal vive en Madrid y su devoción absoluta y apasionada son los gatos. Si os metéis en su perfil de Instagram (@leticiasal_gatos), podréis adentraros en su fascinante universo de descubrimientos gatunos. Ha cursado diversas titulaciones, como tutora acompañante en duelo animal y educadora vincular felina.
Su primera gata fue Tarner (homenaje de fan a Alex Turner, cantante y líder de la banda Arctic Monkeys). “Los gatos me fascinan porque los conozco a un nivel realmente profundo. Estudiándolos y observando sus comportamientos, he logrado romper tópicos y mentiras acerca de ellos y su manera de comportarse”.

Leticia y Alex son inseparables
Me cuenta que no son para nada tan independientes como se suele decir: “No creo en absoluto en esa leyenda de que los gatos van siempre a su bola. Mi gata Tarner siente una tremenda ansiedad por separación y ha generado una gran dependencia emocional hacia mí. Además, es capaz de percibir mi estado de ánimo. A veces noto cómo me huele y sabe al instante si estoy estresada. El cortisol que emitimos los humanos aumenta cuando estamos bajo estrés, y ellos huelen esas hormonas.
No creo en absoluto en esa leyenda de que los gatos van siempre a su bola. Mi gata Tarner siente una tremenda ansiedad por separación y ha generado una gran dependencia emocional hacia mí
Es alucinante. Si yo huelo de una manera determinada, para él significa que estoy nerviosa. Ellos interpretan ese código. Los gatos son intérpretes de signos humanos”.
Es fascinante esa idea que Leticia me transmite: que son ellos los que nos observan a nosotros y toman nota de lo que hacemos. “Te aseguro que he constatado que los gatos tienen una influencia sanadora para las personas. De alguna manera, en la vida cotidiana, nos obligan a establecer y respetar una serie de rutinas y cierto orden. Son generadores de una especie de rutina sana, ya me entiendes. La rutina del día a día, vinculada a los tiempos de las comidas, los juegos, la higiene, el cepillado…”.

Tarner es uno de los amores de Leticia
Está convencida de que los gatos son muy fieles a las personas con las que conviven: “Me emociona que los gatos sean tan fieles a los humanos. Crean un vínculo elaborándolo, trabajándolo a fondo. Un vínculo ser humano-gato personal e íntimo. Cada gato elige a su persona de convivencia. Cada gato elige a su compañero humano”.
Es alucinante. Si yo huelo de una manera determinada, para él significa que estoy nerviosa. Los gatos son intérpretes de signos humanos
También ha aprendido de los gatos a querer sin ser invasivo, sin estar todo el día encima de alguien: “Aprendo de ellos que uno puede amar muchísimo a alguien sin estar encima de él a todas horas. Ahora, con Tarner, he entendido que no hace falta ser empalagoso. Y esa lección de sabiduría existencial la he aplicado en mis relaciones afectivas con personas. Hay un amor que no es empalagoso y que es realmente poderoso. Si un día no me abrazas, no pasa nada. Una cierta distancia, en pareja, siempre funciona mejor. Esa es la gran lección de mis gatos que aplico en el amor humano”.
Leticia trabaja online en toda España y Latinoamérica en su consulta gatuna a través de las pantallas: “La gente que vive con su gato me cuenta qué les pasa y yo les oriento. La consulta más habitual es el pipí fuera del arenero. Eso suele ser una señal de alarma. Muestran malestar. O, a lo mejor, es tan sencillo como que el arenero está sucio, y para ellos es terrible porque su hocico es hipersensible”.
Aprendo de ellos que uno puede amar muchísimo a alguien sin estar encima de él a todas horas. Hay un amor que no es empalagoso y que es realmente poderoso
Otra de las consultas habituales que le plantean es el conocido “síndrome del príncipe destronado”: “Es terrible constatar eso en un hogar. De repente entra un gato nuevo en casa y el gato que estaba ahí desde siempre se siente desplazado y amenazado”.

Leticia no concibe su vida sin los gatos
Su gata Tarner ya tiene 6 años y es una mestiza azul ruso.
Y su otro gato es Alex, un cruce de siamés que va a cumplir diez meses.
“A mi gato Alex lo rescataron en una callejuela oscura de Sevilla. Iba en brazos de un yonqui desalmado que lo vendía por 5 euros. ¡Puro infierno!”.