A las cinco y cincuenta de la tarde, Daisy ya tiene claro lo que quiere: es hora de dormir. No importa que el sol aún esté en el cielo ni que su humano intente convencerla de lo contrario. Esta chihuahua anciana es pequeña en tamaño, pero gigante en carácter. Y lo deja claro cada noche, cuando se planta frente a las escaleras y espera a que David la suba en brazos hasta su cama.
La historia de Daisy y David es de esas que empiezan sin grandes expectativas y terminan marcando una vida. “Es la perrita que nunca quise, pero de la que me enamoré”, confiesa él a The Dodo. Fue hace dos veranos cuando decidió plasmar ese cariño en una camisa con sus caras, un gesto que resume lo mucho que esta pequeña ha significado en su vida.
Por las mañanas, Daisy tampoco tiene prisa. Su paseo matutino es un hábito que inicia en brazos. “A veces, la primera manzana es más bien un paseo para mí que para ella”, bromea David. Solo cuando está lista, decide que es momento de caminar. Porque, aunque su cuerpo ya no tenga la energía de antes, su espíritu sigue siendo el de una jefa que organiza todo a su manera.
A su servicio
Nadie duerme en casa si ella no quiere
Las noches tienen su propia rutina. Cuando llega la hora, Daisy no se anda con dudas: “Es hora de dormir para Daisy. Le encanta que la suba por las escaleras”. Una vez en su cama, se acomoda con la satisfacción de quien ha conseguido exactamente lo que quería.
Pero la tranquilidad dura solo hasta las dos de la mañana. Entonces, su necesidad de salir al baño rompe la paz nocturna. “Nos despertó. Salió, hizo lo suyo y bebió agua. Ahora sí podemos volver a dormir”, cuenta David.
Daisy puede ser la más pequeña de la casa, pero nadie duda de que es ella quien manda. Sus costumbres, sus tiempos y sus caprichos son ley. Y David, que alguna vez pensó que nunca tendría un perro como ella, lo acepta con una sonrisa. Porque hay amores que llegan sin buscarlos, pero que terminan por ser imprescindibles.
