Una prenda de ropa en el felpudo puede parecer un extraño descuido, pero en varias calles de un mismo barrio se ha convertido en una pista clara del recorrido de Leo, un gato de apenas quince meses que ha desarrollado una afición por llevarse lo que encuentra en casas ajenas.
La lista de trofeos incluye desde calcetines sueltos hasta chaquetas de lana fina, pasando por prendas deportivas y accesorios que, en algunos casos, ni siquiera habían estrenado sus dueños. Cada incursión termina igual: el felino aparece en su hogar con el botín entre los dientes, como si formara parte de un juego.
Fashion victim
Las prendas sustraídas van desde ropa deportiva hasta un peluche gigante
Según explicó su propietaria, lo que al principio parecía un hábito curioso se transformó en un problema logístico que le obliga a devolver prendas a personas que ni siquiera conoce. No obstante, nadie se lo ha tomado demasiado mal.
El episodio más llamativo fue cuando Leo regresó con un jersey de cachemira que, según supo después, acababa de ser regalado. En otra ocasión, el gato arrastró un peluche en forma de serpiente de más de metro y medio, que por tamaño apenas cabía por la puerta.
Los vecinos han empezado a reconocer algunas de sus pertenencias en las fotografías que la dueña comparte para intentar localizar a los propietarios. “Espero que se le pase con el tiempo”, señaló ella, consciente de que cada devolución implica una conversación peculiar con extraños.
Veterinarios consultados sobre este comportamiento apuntan que no se trata de un caso único, ya que algunos gatos trasladan objetos blandos como parte de un impulso de caza que no canalizan de otro modo. En la misma línea, otros especialistas añaden que la búsqueda de atención o el simple gusto por determinadas texturas pueden explicar que un animal repita este tipo de acciones.
Algunos conocidos de la dueña le han propuesto que adopte otro gato para distraer a Leo, aunque ella teme que el nuevo aprendiz acabe siguiendo el mismo camino y que la colección crezca a un ritmo todavía mayor. Por ahora, el felino mantiene intacto su peculiar pasatiempo y cada salida al vecindario es una incógnita sobre qué prenda aparecerá después en su salón. “Vais a tener que contratar a un abogado”, ha asegurado un usuario dando a entender que la pasión de Leo acabará mal.