En una cocina amplia que conecta con el comedor y los pasillos, cualquiera puede entrar y salir sin esfuerzo. Esa distribución tan abierta hace que todo quede al alcance, incluso para alguien con cuatro patas y mucha energía.
La libertad de movimiento se nota, y cada rincón parece estar a disposición del más inquieto de la casa. En medio de ese espacio tan accesible, los dueños ya reconocen cuándo se avecina una de esas travesuras que tienen más que aprendidas.
Engañados
Parece que obedece, pero acaba cometiendo el robo
El protagonista es un pitbull al que le ha dado por repetir siempre el mismo gesto: ir directo al horno para hacerse con el trapo que cuelga de la puerta. No es la primera vez que lo intenta, así que ya han aprendido a vigilarle en cuanto se acerca disimulando. En cuanto ven que encamina sus pasos hacia la cocina, saben lo que viene después y deciden grabar lo que ocurre.
Mientras la cámara le sigue, los dueños no dejan de darle órdenes en voz alta, intentando evitar lo que consideran un robo anunciado. “No, no, no, no lo hagas, no lo hagas”, se escucha en medio del vídeo, con la intención de cortar de raíz la acción que ya parece inevitable.
Durante unos segundos, el perro parece dudar. Se detiene frente al horno, como si estuviera calculando si merece la pena seguir adelante o dar media vuelta. Esa pausa breve alimenta la esperanza de que, esta vez, obedezca.
Sin embargo, la historia acaba siempre igual. El pitbull se acerca despacio, como restando importancia a lo que va a hacer, agarra el trapo con la boca y se marcha como si nada. El intento de frenarle se queda en vano, y la travesura se repite una vez más sin que nadie logre detenerla.
La imagen final resulta habitual en esa casa: el perro alejándose con el trofeo colgando de su hocico mientras en la cocina resuena la frustración de quienes han vuelto a perder la batalla.
