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Una vecina instala un timbre especial para no perderse ni una sola visita de la labrador que la adora: “Viene desde enero de 2024 y estoy orgullosa de que me eligiera como su mejor amiga”

Amistad diaria

Desde que se mudaron a una zona tranquila, Emmy empezó a visitar cada día a Linda Rose, formando una relación tan constante que se ha convertido en una pequeña tradición vecinal

Este perro labrador convierte su jaula en un reto de ingenio y termina saboreando la libertad: “Donde hay un hueco, siempre hay un perro dispuesto a encontrarlo”

La perro está obsesionada con su vecina

Hay amistades que se convierten en parte esencial de la rutina diaria, hasta el punto de que perder un encuentro parece un pequeño vacío. Esa relación puede surgir entre dos personas, pero también entre un animal y alguien que le inspira confianza.

En barrios tranquilos, donde las visitas forman parte del día a día, el vínculo entre vecinos se refuerza gracias a gestos sencillos y constantes. En ese terreno cotidiano y afectivo se mueve la historia de Emmy, una labradora que no concibe una jornada sin pasar a ver a Linda Rose, su vecina preferida.

Devoción

Emmy convirtió la casa de enfrente en su parada favorita del día

La relación comenzó en 2024, cuando Emmy y su dueño, Russell, se mudaron junto a Linda Rose a una calle sin apenas tráfico. Desde el primer encuentro, la perra mostró una fijación especial por su nueva vecina, hasta el punto de acudir cada día a su puerta. En un vídeo publicado por The Dodo, Russell explicó que “Emmy ha estado visitando a Linda Rose todos los días desde enero de 2024”.

El problema era que, en ocasiones, Linda Rose no se enteraba de que la perra estaba esperándola. Según relató Russell, “me di cuenta de que Emmy se escapaba a casa de Linda Rose, pero algunos días ella no sabía que estaba allí, así que Emmy volvía a casa”. Más tarde, la vecina revisaba las imágenes de seguridad y se lamentaba: “No puedo creer que me haya perdido a Emmy. Odio cuando me pierdo a Emmy”.

Esa situación llevó a Linda Rose a tomar una decisión práctica: cambiar su timbre por uno adaptado a la altura de la nariz de la perra. Desde entonces, Emmy acude a su puerta, pulsa con insistencia y no se marcha hasta conseguir que la abran. Como detalló Russell, “Emmy atravesará la casa, el jardín y el de Linda Rose para llegar a la puerta, y presionará un timbre a la altura de su nariz hasta que ella conteste”.

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En cuanto se abre la puerta, el entusiasmo de la perra lo dice todo. Su cola se agita sin parar y entra corriendo para disfrutar de su vecina. Tal es la devoción que, para convencerla de volver a casa, Linda Rose y su marido suelen recurrir a golosinas. Y, entre risas, la mujer no oculta su orgullo: “Emmy es un encanto y estoy muy orgullosa de que me eligiera como su mejor amiga”.