El vínculo entre una persona y su mascota es más importante de lo que parece, puesto que va más allá de la mera compañía: es una fuente de apoyo emocional, alivio del estrés y una vía para mejorar el bienestar general.
En general, la compañía de un peludo en casa mejora la calidad de vida de todo ser humano; aumenta la longevidad, preserva el equilibrio físico y mental, facilita la recreación, reduce el estrés y disminuye el índice de depresión en general. Por todos estos motivos, no es de extrañar que el vínculo entre una persona y su mascota se active en el cerebro.
El vínculo humano-perro, neurociencia en acción
Una persona junto a un perro. Archivo.
La antrozoóloga y creadora de contenido Paula Calvo se ha trasladado a redes sociales para ahondar en este tema: “El vínculo humano-perro no es sentimentalismo: es neurociencia en acción” asegura la experta.
Tal y como desvela Calvo, en 2014, el neurocientífico Gregory Berns, de Emory University, demostró con neuroimagen que, cuando un perro huele a su tutor o tutora, su cerebro activa las mismas zonas de recompensa que se activan en el nuestro al ver a alguien querido.
El grupo de Berns colaboró con un entrenador canino durante su investigación, entrenando a un equipo de perros voluntarios para que se mantengan quietos durante una resonancia magnética. Esta aportó datos sorprendentes sobre el funcionamiento del cerebro de nuestros amigos caninos, demostrando que nuestros perros realmente nos aman.
De este modo, el vínculo deja de ser únicamente emocional para convertirse en una conexión biológica profunda. Es por este motivo que el vínculo entre un animal y su dueño se siente, puesto que literalmente se activa en el cerebro: ”Por eso, cuando una familia y su perro no logran entenderse, no basta con pautas conductuales: necesitamos intervenir también sobre ese sistema emocional compartido” añade la experta en antrozoología.

