Ana Biosca es más que una periodista valenciana de 51 años: se ha convertido en una auténtica testigo diaria del bien y el mal que coexisten en la relación entre humanos y animales. Como redactora del programa “Animalades, un món bestial” de À Punt, la televisión autonómica valenciana, dedica sus días a documentar desde rescates conmovedores hasta historias de las mascotas más insólitas.
En casa convive con su propia “manada”: tres gatas y dos golden retrievers, una compañía que refuerza su convicción de que la vida sin animales está incompleta. Esta inmersión total en el universo animal le ha enseñado que el gato representa la independencia sin pedir permiso, mientras que el perro reprenseta la devoción. Sin embargo, su trabajo también le obliga a enfrentarse a una de las paradojas más grandes: la infinita bondad de las protectoras que salvan a un cerdo del matadero frente a la crueldad más sádica capaz de infligir dolor sin motivo.
El perro es la lección de la devoción y la alegría sin filtros: siempre expresa emoción, reclama atención y se muestra más complaciente. La gata, en cambio, me ha enseñado autonomía e independencia
Comencemos por tu vida personal en Moncada, Valencia. ¿Quiénes te esperan al llegar a casa?
Mi hogar es a la vez refugio y centro de actividad. Además de mi familia, lo comparto con tres gatas: Mía, pelirroja; Once, negra y bautizada como guiño a Stranger Things; y Manchas, una carey de carácter único. A ellas se suman mis dos golden retrievers, dos hembras adorables: Leia, la veterana de 12 años, y Duna, una cachorrita de apenas cinco meses.
Ana Biosca, periodista
Cinco animales es una gestión de tiempo considerable. ¿Qué le aporta, en esencia, convivir con ellos?
Para mí, es irremplazable. Me han acompañado desde niña, y diría que la aportación principal es la estabilidad emocional y la tranquilidad. Me obligan a tener paciencia, me dan diversión, y son un desahogo tremendo a nivel laboral. También me ayudan a organizarme: las horas de paseo, las comidas de los cinco… La vida sin su presencia y su amor incondicional sería mucho más incompleta.
Su casa es un experimento constante de convivencia entre perros y gatos. ¿Qué filosofía de vida le ha enseñado cada uno?
Son dos maestros muy diferentes. El perro es la lección de la devoción y la alegría sin filtros: siempre expresa emoción, reclama atención y se muestra más complaciente. La gata, en cambio, me ha enseñado autonomía e independencia. Me fascina su capacidad para “pasar de ti sin dar explicaciones”, para ser libre y fiel a sí misma. De los gatos he aprendido una valiosa lección humana: si algo no te interesa, no tienes por qué forzarte a quedar bien.
Hemos hecho reportajes sobre las ratas “Dumbo”, que son grandes, pero muy cariñosas y extremadamente listas, o sobre hurones
No solo es periodista, también se formó como Auxiliar Técnico Veterinario. ¿Ese background veterinario le hace ver las historias de “Animalades” de forma distinta?
Sí, totalmente. Mi pasión por el periodismo y los animales siempre ha ido de la mano. De hecho, cuando Canal Nou cerró, aproveché ese parón para formarme como ATV e incluso trabajé en un hospital veterinario. Ahora, al ser redactora de “Animalades”, puedo abordar las historias con una visión de 360 grados. Entiendo el rigor de una cirugía, la patología, y lo que implica el cuidado profesional, no solo la anécdota.
Desde su posición privilegiada, tiene que ser testigo de los dos extremos de la condición humana: la bondad absoluta y la crueldad. ¿Cómo le afecta documentar esa dualidad?
Es lo más chocante y, al mismo tiempo, lo más revelador de mi trabajo. En una misma semana puedes estar grabando con una protectora que, sin apenas recursos, se deja el alma rescatando a un caballo al que han intentado matar a golpes: ahí ves la bondad en estado puro. Y justo después, te toca documentar un acto de sadismo animal, una crueldad inexplicable. El programa es una balanza constante que refleja cómo el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor.
Ana Biosca, periodista
Hábleme de los casos que demuestran esa nobleza animal, esa inteligencia que salva vidas.
La labor de la Unidad Canina de Bomberos de Valencia es impresionante. Su función no es en los incendios, sino en la búsqueda de desaparecidos. Trabajan con animales entrenados que salvan vidas. Recuerdo el caso de una persona mayor con Alzheimer que se perdió en la Dehesa del Saler. Las batidas humanas no la encontraban, pero un perro de la unidad, siguiendo el rastro del olor, la localizó en poco tiempo. Es increíble la capacidad de olfato que tienen los labradores o los malinois para esto.
Entiendo el rigor de una cirugía, la patología, y lo que implica el cuidado profesional, no solo la anécdota
También habéis cubierto historias entrañables de animales que escapan de su destino...
Sí, hay un centro de rescate equino en el sur de Alicante, de un matrimonio extranjero, que son verdaderos ángeles. Rescatan caballos, burros... pero también a otros animales. Documentamos el caso de Ruper, un cerdo que se había escapado de un matadero y al que tuvieron que comprar para evitar que fuera sacrificado. Hoy Ruper pesa 400 kilos y se ha convertido en una mascota doméstica más en su finca. O el caso de Hermión, un pavo que el dueño del centro compró en un puesto del mercado, destinado a la cena de Acción de Gracias, simplemente porque no soportaba verlo allí. El corazón de estas personas no tiene límites.
Ana Biosca, periodista
El programa no se limita a perros y gatos. ¿Qué animales domésticos inusuales habéis documentado?
El mundo de las mascotas se ha expandido mucho más allá de lo que imaginamos. Hemos hecho reportajes sobre las ratas “Dumbo”, que son grandes, pero muy cariñosas y extremadamente listas. Muchísima gente las tiene y las cuidan a un nivel de esterilizaciones y veterinarios que asombra. También son muy populares los hurones. Lo curioso es que son un desafío para nosotros: duermen unas 22 horas al día. Es muy difícil grabarlos activos. La interacción es mínima, pero la gente los adora.
Finalmente, ¿cuál es el motor emocional de tener, por ejemplo, un reptil o una serpiente, si la interacción es tan limitada?
Es una pregunta que me hago a menudo. También cubrimos reptiles y la gente los cuida en terrarios de lujo. Para ellos, el apego emocional que sentimos con un mamífero no existe; supongo que la conexión es más sensorial o estética, la fascinación por una especie tan diferente, o quizás la sensación de que el animal se deslice por el cuerpo. Al final, todos los dueños buscan algo esencial en sus animales: un perro que te da amor, un gato que te enseña autonomía, o un hurón que te da tranquilidad. En cualquier caso, ofrecen un anclaje, una forma de socializar y una estabilidad emocional que la vida moderna a menudo nos quita.
