David S.A, el pequeño fabricante automovilístico catalán al que debemos los colores típicos de los taxis de Barcelona
Historias curiosas
El nombre de la marca se inspiraba en el personaje bíblico homónimo, asumiendo que a la joven compañía le esperaba un duelo también desigual frente a “Goliats” como Renault, Peugeot o Fiat

Emblema de la marca de coches barcelonesa David

Cuando se piensa en la historia de la industria del automóvil en España siempre es el nombre de Seat el que aparece como la gran referencia. Y es normal, puesto que sin la marca de Martorell sería imposible entender el nacimiento de la movilidad a gran escala en nuestro país.
Sin embargo, décadas antes de que en 1950 se fundara la Sociedad Española de Automóviles de Turismo, Barcelona ya había visto el surgimiento de una marca pionera y de vocación profundamente innovadora: la David S.A.
La Fábrica Nacional de Cyclecars David fue fundada en 1913 por el médico, periodista, piloto y empresario Josep Maria Armangué. La primera factoría de la compañía se ubicó en la Avenida del Tibidabo, aunque pronto se trasladaría al corazón del Poblenou, en la calle Pallars.

El nombre de la marca no era casual y se inspiraba en el personaje bíblico de David, asumiendo que a la joven compañía barcelonesa le esperaba un duelo también desigual frente a “Goliats” que ya lo eran como Renault, Peugeot o Fiat.
Un sueño motorizado en la Barcelona modernista
En plena época modernista, Barcelona experimentaba un crecimiento urbano, económico y artístico sin precedentes que dio lugar al nacimiento de una potente clase media. En un contexto en que los fabricantes tradicionales dirigían todavía su oferta a las clases más pudientes, Armangué supo entender de inmediato que esa nueva y emergente clase media debía ser su clientela natural. Y pensando en ese nuevo usuario joven y totalmente urbano que reclamaba vehículos de pequeño tamaño, bajo peso, consumo reducido y precio accesible, creó los autociclos o “cyclecars” con motor tetracilíndrico MAG de 1100 cc.
Gracias a sus líneas aerodinámicas y carácter deportivo pronto se pusieron de moda llegando muchos de ellos a participar con éxito en competiciones como la Subida a la Rabassada o un exigente Barcelona-Madrid-Barcelona que sirvieron para consolidar la reputación de David como una marca fiable, rápida y atractiva.

Entre 1913 y 1923 se fabricaron más de 1.500 vehículos David, una cifra muy significativa si tenemos en cuenta la escala casi artesanal de la producción. Animados por la buena respuesta del mercado, la compañía cambió su denominación social en 1919 por una más simple, “David, S. A.”, decidió diversificar la producción y ampliar el arco de potenciales clientes. Sin olvidar al conductor deportivo, la marca comenzó a mirar ya a un segmento más adulto que buscaba vehículos algo más grandes y cómodos.
El salto al mundo del taxi
En 1917 un desgraciado accidente de aviación acaba con la vida de José María Armangué y el control de la empresa pasó a manos de sus socios, los hermanos Moré. Estos tenían una visión más pragmática y algo menos idealista que Armangué y deciden comenzar a fabricar modelos destinados al servicio público. En rigor, hay que decir que no era en absoluto una mala decisión; aunque nunca sabremos hasta donde hubiera llegado a David “deportiva” de seguir vivo el fundador, lo cierto es que el negocio del taxi estaba en plena expansión en una ciudad que crecía rápidamente.
La apuesta fue todo un éxito y hacia 1929, más de 1.000 taxis David circulaban por las calles de Barcelona. Estos vehículos eran fácilmente reconocibles por dos elementos distintivos; una pequeña figura del David de Miguel Ángel situada sobre el capó, símbolo de la marca, y una agresiva combinación cromática con los colores amarillo y negro elegidos para hacer los vehículos y por extensión la marca más visibles en el tránsito urbano.

No se trataba solamente de una cuestión estética. La David imponía unas normas muy estrictas a sus chóferes: estaban obligados a vestir de uniforme y a pasar periódicas revista de higiene y buena imagen, no podían aceptar propinas y debían velar por la seguridad de sus pasajeros antes, durante e inmediatamente después de la carrera.
En cualquier caso lo que comenzó como una decisión de márketing se acabó convirtiendo en una de las más importantes señas de identidad de la Ciudad Condal.


De hecho, la importancia de la flota de taxis David fue tal que la compañía tuvo que construir una emblemática e imponente nueva sede, el Edificio David, situada en el número 240 de la calle Aribau, por debajo de Travessera de Gràcia, que hoy en día sigue en pie reconvertido en un moderno centro de oficinas, comercios y aparcamiento, pero conservando su nombre original como testigo silencioso de una época dorada de la automoción catalana.
El fin del sueño
La Guerra Civil española y la posterior posguerra sumieron al país en una profunda crisis económica y social. La República colectivizó el servicio del taxi y a la David le retiraron todas sus licencias. Se las devolvieron al finalizar la contienda, pero ante la escasez de materias primas, el racionamiento de combustible y la falta de poder adquisitivo, la movilidad motorizada se había convertido en un lujo inaccesible para la mayoría y el negocio era ruinoso.

La marca diseñó y fabricó entonces, entre 1951 y 1957, un microcoche de tres ruedas -el “Torpedo”- que pretendía ser una solución práctica y económica al estilo de lo que fue el Biscúter. Le daba vida un motor monocilíndrico de dos tiempos y 345 cc, tenía una potencia de 10 CV, una velocidad máxima de 68 km/h, una caja de cambios de seis velocidades y apenas consumía 5 litros cada 100 km. Se produjeron alrededor de 60 unidades de modo casi artesanal que hoy son cotizadas piezas de colección.
El Torpedo no pudo competir con el fenómeno SEAT 600 y se convirtió en el fallido intento de supervivencia de una marca que no fue solamente una fábrica de coches sino también un símbolo de la Barcelona innovadora, dinámica y valiente que soñó con competir con los gigantes europeos… y por un tiempo, lo consiguió.

