El nuevo Toyota GR Yaris es como un bombón de licor: suave y dulce por fuera, pero en su interior esconde una explosión de sensaciones
A prueba
Desde 2024, el combativo utilitario japonés ofrece 280 CV de potencia y la opción de contar también con una caja de cambios automática de 8 velocidades

El look musculoso y con los laterales ensanchados y “sobredimensionados” del GR Yaris sigue siendo uno de los mejores argumentos estéticos de este pequeño gran deportivo
Ficha técnica
Toyota GR Yaris RZ 8AT Touring Pack
Motor: Gasolina. 3 cilindros, Turbo
Cilindrada: 1.618cc
Potencia máxima: 280 CV a 6.500 rpm
Cambio: Automático, 8 velocidades
Aceleración 0/100 km/h: 5,2 segundos
Velocidad máxima: 230 km/h
Consumo combinado: 9,5 l/100 km
Emisiones CO2: 215 g/km
Distintivo medioambiental: C
Largo/ancho/alto: 399/180/145 cm
Depósito: 50 litros
Peso: 1.370 kg
Garantía: 3 años o 100.000 km 
Precio: Desde 58.500 euros
www.toyota.es
No hay otro coche igual en su categoría y no existen rivales parecidos en términos de rendimiento ni orientación. Es cierto que hay otros utilitarios deportivos, como el Hyundai i20 N, que rinde 204 CV, o el VW Polo GTI, con 207 CV, y que ofrecen un dinamismo sobresaliente, son veloces y presentan un enfoque distintivo y prestacional, pero ninguno iguala –o se acerca– al GR Yaris.
El pequeño modelo japonés, todo un “mata gigantes”, lleva su deportividad y su radicalidad a un estrato superior. Y tras la evolución 2024 del modelo, en la que se han implementado cambios en diferentes áreas y aspectos del coche, con nuevos ajustes y componentes centrados y diseñados para alcanzar la máxima eficacia, las diferencias son todavía mayores con respecto a los escasos “hot-hatchs” que aún sobreviven en el mercado actual.

El GR Yaris 2024 con cambio automático, como el que equipaba la unidad probada, ofrece ahora una práctica caja de 8 velocidades con convertidor de par que hace su conducción más agradable y sencilla en los inevitables trayectos urbanos, pero que funciona también muy bien en carretera gracias a un escalonamiento más cerrado ahora al contar con más relaciones. Se gestiona a través de la palanca en modo secuencial o mediante unas levas, de tacto y aspecto mejorables para tratarse de un elemento tan sensible y relevante en un vehículo de este tipo.
Pero, sin duda, lo más sorprendente –y, de lejos, lo peor– es que esta transmisión no permita subir a marchas superiores cuando se circula a bajo régimen y poca carga, algo habitual en cualquier otro automático para poder así rodar de forma suave sin necesidad de revolucionar el motor cuando no se desea.

Resulta muy frustrante tener que ir a un régimen siempre alto o “esperar” a la gestión automatizada de las marchas en la posición D sin poder “intervenir” manualmente antes de tiempo saltando a una o dos relaciones superiores si así se estima para obtener un ritmo más fluido y “sin esfuerzo” mecánico. Una lástima, y un sinsentido.
Con el cuchillo entre los dientes
Donde no hay lugar para la crítica es en la capacidad de tracción y agarre del auto nipón. Demuestra un empuje muy sólido a la salida de los virajes, incluso en plena aceleración y con la dirección girada, y una notable estabilidad lateral en curvas de radio amplio. En suma, gracias a la tracción total, su velocidad de paso por curva, ya sean más o menos cerradas, es espectacular. El tacto de su dirección ofrece un buen guiado, natural y preciso, aunque no del todo informativo, mientras que la frenada es suficiente, progresiva y consistente, aunque sin llegar a ser contundente.

Lo que sí resulta demoledora es su potencia. El pequeño bloque de 1,6 litros y 3 cilindros turboalimentado proporciona una respuesta muy llena, y su mayor par (de 390 Nm ahora) es muy apreciable, puesto que el tirón sostenido que se experimenta a medida que sube de vueltas –y que el sonido de aspiración se acrecienta– nos acompaña hasta la zona roja del cuentarrevoluciones, con el corte a 6.500. El sonido, tanto mecánico como de escape, está más conseguido que antes y es un poco más ronco y áspero, no precioso ni encandilador pero sí algo más agresivo y “gordo”, lo que siempre es de agradecer en un coche de estas características.
Ante una elevada exigencia sobre el pedal del acelerador lo que advertiremos de forma instantánea es la sorprendente rapidez con la que desciende la autonomía estimada y la velocidad a la que baja el indicador de carburante. El consumo medio del GR Yaris automático facilitado por el fabricante es de 9,5 litros (frente a los 8,7 que certifica el manual), pero como pudimos observar, los registros medios habituales se sitúan sobre los 10,5 u 11 litros sin especiales “alegrías” en el ritmo.

Y, a poco que se incremente la intensidad, con periodos sostenidos de alta demanda mecánica, los valores se encaraman con facilidad por encima de los 12,5 litros, como pudimos comprobar en nuestro recorrido de pruebas, de unos 330 km casi exclusivamente cubiertos por carreteras de montaña.
Con su depósito de 50 litros lleno anuncia un rango de 355 km, pero la distancia se redujo a la mitad –literalmente– cuando aplicamos sobre él una conducción ‘extrema’. Es cierto que la cadencia de marcha impuesta fue “límite”, casi “a fuego”, podríamos decir, durante una buena fase del recorrido, lo que comportó acabar con las reservas de su tanque tras cubrir unos 125 km, escasamente. Es francamente difícil comportarse amablemente y con mesura con este coche, que “va pidiendo guerra”, y que cuando se le fuerza, responde; cuando se le exige, luce su potencial, y cuando se le aprieta, demuestra todo lo que es capaz de ‘regalar’ al conductor.

Muy pocos automóviles –salvo superdeportivos de altos vuelos y tarifas de 6 cifras– brindan tantas y tan placenteras sensaciones al volante. Su ligereza, su excelente puesta a punto, su elevada potencia (sobrada pero no salvaje) y su equilibrado enfoque, centrado en una deportividad utilizable y razonable, lo convierten en el vehículo ideal para entusiastas de la conducción pura, del rendimiento y de las sensaciones. Es pequeño, ágil, divertido, reactivo, seguro, noble, y muy divertido.
Lo tiene todo para encandilar a quienes buscan emociones fuertes y algo de picante en sus desplazamientos cotidianos con un vehículo “normal” y de apariencia bastante discreta. El problema, una vez más, ¡otra vez! es que su precio está ya por las nubes. Toyota pide por el nuevo GR Yaris en versión Touring Pack 8AT la friolera de 58.500 € y eso lo sitúa en la esfera de lo inalcanzable y poco realista.

