En Francia, dos orcas, Wikie y Keijo, buscan un nuevo lugar para vivir. Una ley ha obligado a cerrar las puertas del parque marino Marineland Antibes, considerado el más grande de Europa. En Madrid, los ocho delfines que nadaban en las piscinas del zoo han sido trasladados a China, donde tendrán una mejor calidad de vida. En Bélgica, el Gobierno promulgó una normativa que prohíbe la tenencia de cetáceos en cautiverio. Es el cuarto país del continente que adopta esta medida. Para las organizaciones animalistas, las señales son inequívocas: Europa está transitando “el principio del fin” de esta industria.
Andrea Torres, bióloga y coordinadora del Área de Animales Salvajes de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) pide ver el panorama “en perspectiva”. Europa tiene todavía cerca de 300 cetáceos que viven en parques acuáticos pensados para el entretenimiento humano. “Es una cifra alta, pero mucho más baja respecto a décadas anteriores”, matiza la experta.
España es, con diferencia, el país europeo con más orcas y delfines en cautiverio

Loro Parque, en Tenerife, es uno de los pocos recintos europeos en los que aún se realizan shows con animales acuáticos
Según los últimos datos recopilados por Cetabase, una web que brinda información sobre estos animales en cautiverio, en Europa hay cinco orcas encerradas, Wikie (23 años) y Keijo, su cría, (13); y las tres que viven en Loro Parque, en Tenerife: Tekoa (24), Adan (14) y Morgan (14). La lista tenía una sexta, Keto, que murió en el tanque de este recinto canario en noviembre, a los 29 años. China y Estados Unidos son el epicentro del cautiverio mundial de esta especie: 24 y 18 ejemplares, respectivamente.
Respecto a los delfines, la última base de datos es de 2023. La organización World Animal Protection contabilizó 308. España lidera la clasificación de países con 93, 20 de ellos en el Oceanogràfic de Valencia, el centro de Europa con más ejemplares cautivos. En la segunda posición aparece Portugal, con 35 ejemplares. Le siguen Ucrania (33), Países Bajos (25) Italia (23), Francia (23), Lituania (16), Alemania (15), Suecia (12), Grecia (9), Bélgica (8), Rumanía (6), y Malta y Bulgaria, con 5 respectivamente.
La cifra en España ha bajado a 85. A finales de enero, los ocho delfines del Zoo de Madrid fueron trasladados al Hainan Ocean Paradise, un zoológico ubicado en China, con estándares de calidad más elevados. La decisión se tomó por una recomendación que hizo la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA).
Que Madrid ya no tenga delfines es todo un termómetro. Las señales son positivas. Estamos viendo el fin de la cautividad
Tras quedarse sin delfines, el zoo madrileño contempla funcionar sin estos cetáceos, decisión similar a la que adoptó Barcelona en 2020, con el cierre definitivo de su delfinario. “Que Madrid ya no tenga delfines es todo un termómetro. Las señales son positivas. Estamos viendo el fin de la cautividad”, celebra Torres.
El mismo análisis hace Dolphinaria-Free Europe (DFE), una coalición de ONG que también lucha por el fin de esta industria. Su directora, Margaux Dodds pone a la “concienciación social” como “clave principal” de los nuevos tiempos. “La gente ahora es consciente de que comprando una entrada para un espectáculo de delfines o ballenas contribuye a su sufrimiento”, señala. Son los ciudadanos los que, a su juicio, están cambiando las reglas de juego. Pone un ejemplo: las operadoras de turismo en Europa que, por esta presión social, han dejado de ofrecer este tipo de actividades a sus clientes.
Qué dice la industria
La industria reconoce una “situación complicada” y un futuro incierto para los delfinarios. Los empresarios lamentan que la “presión de activistas y ecologistas” haya “calado a nivel político”. “Tenemos medidas cada vez más restrictivas. Los cambios normativos están reduciendo los planes de inversión de las empresas. Se han paralizado proyectos de mejora y ampliación de instalaciones. Los últimos movimientos legislativos en varios países han generado un freno en el sector”, reconoce Javier Almunia, presidente de la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios (AIZA) y director de Loro Parque Fundación, una oenegé que financia e implementa proyectos de conservación de la vida silvestre en varios países.
A su entender, no hay ninguna evidencia sobre el maltrato o la falta de bienestar de los cetáceos que justifique esta ola de restricciones. Dice que en España, todas las denuncias han sido desestimadas, tanto por la Guardia Civil como por los Tribunales. Niega una desafección del público. Brinda una cifra: el año pasado, por los zoológicos y acuarios de España pasaron 14 millones de visitantes.
El año pasado, Bélgica se convirtió en el cuarto país de Europa en prohibir los delfinarios. El último recinto del país, Boudewijn Seapark, ubicado en Brujas, deberá cerrar sus puertas en 2037 como muy tarde. La decisión política ha contado con el respaldo del 85% de la población, según una encuesta realizada tres meses antes del decreto.
En Chipre, Eslovenia y Croacia los delfinarios están prohibidos por ley. En Reino Unido, la obligación de estándares de calidad muy exigentes, ha generado un desinterés de los promotores. En la década del 90, Inglaterra llegó a tener 30 delfinarios. Todos están cerrados. En Suiza y Hungría está prohibida la importación de cetáceos y la construcción de nuevos delfinarios. En Grecia, los espectáculos con animales están prohibidos. En Islandia, Austria, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Irlanda, Letonia y Luxemburgo se han denegado todos los pedidos nuevos de construcción.
En España, la Ley de Bienestar Animal (2024) no ha prohibido la exhibición de los cetáceos. La actividad está habilitada siempre y cuando los acuarios tengan “actividades de conservación e investigación”. “El fin no justifica los medios. Aunque se haga investigación y conservación, nada justifica el encierro. La evidencia científica es abrumadora sobre su sufrimiento. Que naden en círculos en tanques de cemento es muy cruel”, advierte Torres. Pero se muestra positiva: “La tendencia es irreversible. No falta mucho para ver el final de los delfinarios”.
¿Qué hacer con la última generación de cetáceos encerrados?
Si el efecto dominó avanza y más delfinarios cierran sus puertas en los próximos años, las orcas y delfines que hoy están en cautiverio serán las últimas en esta condición. ¿Qué hacer con ellos una vez cerrados los parques? Biólogos y ecologistas coinciden en apostar por los santuarios marinos -zonas acotadas en bahías-, entornos lo más parecido posible a su hábitat natural, con protección y atención por parte de cuidadores y veterinarios.
En la actualidad, solo existe uno operativo en el mundo. Está ubicado en Islandia y acoge a dos pequeñas ballenas. En Nueva Escocia, Canadá, hay un santuario construido, pero aún no habilitado. “Se trata, en esencia, de instalaciones de retiro para aquellos cetáceos retirados de la exhibición pública”, explica Dodds. “No es fácil encontrar bahías para replicar los santuarios y se necesita invertir mucho dinero. Lamentablemente, estamos ante una generación que difícilmente tenga la vida plena que merece. Pero al menos que sea la última”, pide Torres.