Los hogares catalanes malgastan 330 euros al año en la compra de alimentos que van a la basura

El derroche alimentario

El derroche en los hogares se cifra en 173.960 toneladas de alimentos al año, lo que lleva aparejada una huella de carbono de 462.347 toneladas de CO2, el equivalente a “20.000 vuelos entre Barcelona y Bruselas“.

La fundación Rezero reclama que se apruebe el reglamento de la ley catalana, para exigir a las empresas que implanten planes de prevención, cuantifiquen sus pérdidas y dejen de tirar comida a los contenedores de la calle

BARCELONA-TIRAR COMIDA A LA BASURA- FOTO ANA JIMENEZ

Comida en buen estado arrojada al cubo de basura

Ana Jimenez

Cada uno de los hogares catalanes destina de media 330 euros al año a la compra de alimentos que finalmente no se acaban consumiendo. Es dinero que, literalmente, va a la basura. Así lo indican los datos recogidos por la “Diagnosis del derroche alimentario en los hogares de Catalunya 2024”.

La cifra que comporta este desperdicio alimentario asciende a 112 euros por persona al año y supone un total de 902,85 millones de euros en toda Catalunya.

El estudio, llevado a cabo por encargo del Departamento d' Agricultura evalúa y cuantifica el impacto económico, social y ambiental del desperdicio alimentario en los hogares catalanes.

En los hogares de Catalunya se desperdician 173.960 toneladas de alimentos. Y cada hogar derrocha 63,96 kg de alimentos al año. 

El resultado es que actualmente en Catalunya se desaprovecha de media 21,56 kg de comida por habitante al año, considerando solo el desperdicio que se produce en los hogares (el 3,82% de los alimentos adquiridos en un año). Y todo ello sin contar el resto de los eslabones de la cadena alimentaria (mermas y selección en la producción, transporte, comida caducada en los súpers...).

De la suma total de desperdicios, el 70,3% proviene de los alimentos no cocinados (frutas, verduras, carne...); el 19,4% procede de alimentos cocinados derrochados, y el 10,3% de alimentos que se han guardado unos días en la nevera.

Un derroche y sus impactos ecológicos

Con este desperdicio doméstico se podría alimentar a 274.948 personas durante un año, lo que significaría cubrir las necesidades alimentarias del 14% de la población catalana en riesgo de pobreza.

El resultado de todo ello es que en 2024 se arrojaron a la atmósfera 462.347 toneladas de CO2 equivalentes para producir, distribuir y comercializar alimentos que finalmente se desperdiciaron. Aquí se incluyen alimentos líquidos y las bebidas que se tiran por el fregadero.

El conseller d'Agricultrau, Òscar Ordeig, dijo que la huella de carbono generada por todo ese derroche de recursos (gastados en vano) equivalen a “20.000 vuelos entre Barcelona y Bruselas”. Por su parte, la huella hídrica de ese consumo, es decir, el gasto innecesario de agua empleada en el proceso productivo al  resultar desaprovechada, se cifra en “14.000 piscinas olímpicas o el consumo de toda la población de Catalunya durante 37 días”.

El estudio se hizo sobre la base de una muestra de 456 hogares distribuidos por el territorio de Catalunya.

Esperando el reglamento de la ley

El conseller del Departament d’Agricultura, Òscar Ordeig, ha visitado la Fundación Banc dels Aliments, donde ha resaltado la importancia de prevenir el desperdicio alimentario, ha mostrado el apoyo a esta entidad y ha abogado por un “sistema alimentario justo”. Ordeig ha explicado que el Departament está elaborando el Plan estratégico para la prevención de las pérdidas, que se presentará a principios de 2026.

Mientras tanto, la Fundació Rezero ha criticado el retraso en la aprobación del reglamento de la ley catalana de Prevención de les Pèrdues y el Malbaratament Alimentari, clave para concretar los planes de prevención de las empresas o para impulsar los convenios de colaboración para la donación de los excedentes de alimentos entre las empresas y las entidades de iniciativa social u otras organizaciones sin ánimo de lucro.

Acuerdos de colaboración para las donaciones y otra medidas por implantar

La legislación catalana obliga a las empresas a implantar planes de prevención de los desperdicios y a cuantificar las pérdidas en cada uno de los eslabones (cosa que no es obligatoria en el caso de la recién aprobada ley estatal). Además, la ley catalana (al igual que la estatal) establece la obligación de implantar medidas orientadas a evitar que los alimentos se degraden o pierdan su calidad y puedan ser reaprovechados o reutilizados.

Por eso, el primer objetivo es la prevención. Y cuando se haya agotado esta vía, se marca como meta primera en esta jerarquía de prioridades proceder a la donación de estos alimentos o su redistribución para el consumo humano. En su defecto, se deberían destinar a la alimentación animal y a la fabricación de piensos; o a otras industrias. Y solo agotadas estas opciones, en última instancia, se destinarían a fabricar compost o a la incineración para obtener energía.

 Sin embargo, grandes cadenas de alimentación desoyen la ley y siguen tirando ingentes cantidades de comida en los contenedores de basura en la calle, lo que muestra que no aplican planes de prevención. El conseller dijo en este punto que es necesario concienciar al “conjunto del sector de la producción de alimentos de que no deben tirar...” (los alimentos) y que las exigencias “y los deberes” sobre la prevención del derroche y las exigencias a la distribución “deberemos definirlas en el  reglamento”, que se aprobaría este año. “Todo el mundo debe elaborar planes contra el derroche alimentario” , resaltó.

Cuantificar el derroche en todos los eslabones de la cadena alimentaria

En Catalunya a pesar de tener una ley líder en su momento, 5 años después la Generalitat no ha elaborado todavía el Reglamento que debe ayudar a implantar la ley a los distintos agentes, según indica la Fundación Rezero, dedicada a la reducción de los desperdicios alimentarios. “Y una de las consecuencias más importantes es que no se está cuantificando todavía el derroche en cada eslabón de la cadena“.

”Y hoy, el estudio que presenta la Generalitat vuelve a situar el foco exclusivamente en la responsabilidad de la ciudadanía, el eslabón más débil, sin pedir responsabilidades a productores, fabricantes, distribución o restauración”, señala Rosa García, directora de Rezero. Los planes de prevención están haciendo sobre la base de la iniciativa de las empresas, añade.

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“Urge que la Generalitat apruebe ya el reglamento de la ley para que cada uno de los agentes económicos tengan claros sus responsabilidades y procedimientos. Más allá de un Plan Estratégico bienintencionado se requiere la aplicación de las leyes con firmeza, Con simples buenas intenciones no se resuelve el problema”, resalta Rezero.

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