La presión humana conduce a la extinción de los grandes carnívoros terrestres

Estudio científico

Sólo un tercio de las tierras que habitan estos animales están protegidas

Una leona al frente de un grupo de leones más pequeños

Una leona al frente de un grupo de leones más pequeños

LV

Leones, tigres, lobos, civetas o mangostas... Estos animales, habitantes del planeta desde mucho antes que el ser humano pisara la Tierra, tienen el 65% territorios bajo una “alta presión” debido a las actividades del Homo Sapiens. Éste los ha confinado en escasas áreas protegidas, territorios bajo gestión indígena y en zonas silvestres que se han convertido en áreas de refugio. Así lo señala la investigación que se publica en la revista “Science Advance”, que hace hincapié en la necesidad de ir más allá del compromiso mundial de alcanzar un 30% de territorio protegido a nivel para 2030. A cinco años vista, solo se ha llegado la mitad y no basta.

El trabajo, dirigido por el ecólogo Erik Joaquín Torres-Romero, de la Universidad Politécnica de Puebla (México), alerta sobre la la pérdida de biodiversidad que supone la desaparición de unos animales: algunos pueden pesar unos pocos gramos, como una comadreja, o cientos de kilos, como un oso polar, pero todos cumplen una función en el mantenimiento de los ecosistemas es fundamental.

Centrado en 257 especies de carnívoros terrestre

El análisis, el más extenso realizado hasta ahora, se centra en 257 especies de carnívoros terrestres y se ha elaborado  sobreponiendo los mapas de su distribución y los lugares donde los impactos han llegado al límite hasta dejar de ser enclaves naturales al ser transformadas “significativamente” por los humanos.

El resultado es claro: hoy son más numerosas las áreas con daños que habitan que las que no los tienen. Del 35% en con consideración aceptable, más de un 25% son territorios bajo gestión indígena, un 16% áreas silvestres y un 10% están protegidos. Algunas áreas se solapan y por ello no cuadra su suma. En definitiva, estos animales están sometidos a grandes cambios en su entorno, pese a que la situación de sus poblaciones no es buena, según la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN). 

En dos tercios, terrenos degradados

El 64% de los carnívoros está vinculado a territorios que se degradan y destaca la precaria situación de seis familias (cánidos, felinos, mustélidos, civetas y ginetas, mangostas y civetas de Madagascar) especialmente vulnerables.

Entre las amenazas, se encuentran la deforestación y la agricultura, pero también las especies invasoras, la caza legal e ilegal, el aumento de los atropellos o los conflictos con comunidades humanas.

“La pérdida de esta fauna nos está llevando hacia una coyuntura crítica en la coexistencia del desarrollo humano y la preservación de los servicios ecosistémicos que proporciona esta biodiversidad”, aseguran. 

Los carnívoros requieren mucho espacio de campeo para conseguir presas; por ello es importante evitar impactos en zonas desprotegidas donde pueden sufrir nuevas presiones

“En definitiva, que es más importante lo que no está protegido ahora mismo. Los carnívoros, en general, requieren mucho espacio de campeo para conseguir presas y por ello es importante evitar impactos en zonas que, al no estar protegidas, pueden sufrir nuevas presiones”, explica el biólogo, y también coautor de la investigación, Vizzenzo Penteriani, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).

Los científicos utilizaron la nueva base de datos “Huella humana Global” (Global Human Fotoprint), que recoge ocho tipos de presiones humanas a una resolución de un km2 (construcciones, agricultura, infraestructuras energéticas, pastos, carreteras, vías férreas, vías navegables y aumento de la población) y la cruzaron con las especies de carnívoros de la Lista Roja de la UICN. Con ello, fijaron los límites en los que un territorio deja de ser ‘natural’ y determinaron los ‘puntos fríos’, donde la situación es buena, y ‘puntos calientes” o muy dañados para su supervivencia, en el mapamundi.

Entre las regiones críticas, están el sudeste asiático, el Sahel africano, partes de África oriental, el norte de la India y el sureste de Sudamérica. 

Donde quedan recluidos

Los lugares en mejor situación concluyen que son casi siempre los más elevados, las cordilleras, como la Sierra Madre de México, partes de los Andes, la meseta tibetana o el Himalaya, aunque también la gran cuenca amazónica o áreas de África Oriental, aunque no para todas las especies.

El trabajo pone en valor, la gestión indígena y revela que hay carnívoros que ya solo existen en esos lugares, como el tejón hurón de Borneo o la comadreja de Tonkin, en Vietnam. Otras especies, como el licaón, ya tienen su principal territorio de distribución solo en áreas protegidas.

 Destacan también que la mayor extensión de áreas protegidas para la conservación -a nivel global, unos 22 millones de km2- están en Europa y Norteamérica, mientras que en la zona indo-malasia es mucho menor, pese a tener una gran biodiversidad más alta: apenas tres millones de un amplio territorio. 

“Suele ser en zonas más desarrolladas, porque en otros lugares tienen problemas políticos y sociales tan importantes que, teniendo especies más interesantes, no tienen el foco en la protección”, comenta Penteriani.

“Nuestros hallazgos brindan información valiosa para planificar la conservación, pero eso requiere compromisos políticos y financieros para estrategias de conservación ambiciosas a las escalas local, regional y continental y conectar unas zonas con otras”, asegura. 

Y es que no consideran suficiente llegar al 30% de tierras protegidas, como se ha acordado, si continúa en aumento la presión humana en el 70% restante. Sin quitar valor a los parques y reservas para preservar hábitats, recuerdan que lo protegido apenas cubre un 25% del territorio de los carnívoros, mientras hay devastadores incendios en sus áreas y se prevé la expansión de la frontera agrícola en Asia y África con el aumento demográfico.

Implicar a las comunidades locales

Gran parte del artículo lo dedican también a propuestas de soluciones. La primera es aumentar el terreno a preservar, siempre implicando a las comunidades locales para que no se vean perjudicadas y teniendo en cuenta tanto la conectividad entre zonas. Eso, aseguran, redundará en beneficios para otros animales y plantas.

 También ponen de ejemplo el aumento de las poblaciones de oso pardo o lince en territorios europeos no protegidos, aunque reconocen que también hay conflictos por ataques al ganado, como ocurre con el lobo. 

Son problemas que atribuyen a la capacidad de adaptación de estas especies cuando sus presas naturales escasean o a que cambia su comportamiento al alterarse su hábitat. En esos casos, apuestan por poner barreras, eficaces medidas de compensación y más diálogo con las poblaciones locales. En definitiva, lo que llaman “un enfoque coordinado”.

Los resultados de este trabajo coinciden con el diagnóstico de expertos como Luis Suárez, responsable de Conservación en WWF España, quien comenta que los problemas frente a los carnívoros son los mismos en todo el mundo, leones, tigres o lobos. 

Los cinco grandes

“En Europa tenemos cinco grandes -oso, lobo, glotón y dos especies de lince- y hasta mediados de siglo pasado estaban en retroceso, en áreas aisladas, pero normativas europeas y el abandono del mundo rural ha favorecido que se recuperen, y con ello vuelve el conflicto”, señala.

 “Conectar zonas protegidas e invertir en coexistencia con los carnívoros es la solución. Proteger es estupendo pero ya hemos visto en Doñana que ser un parque nacional no lo salva si alteras alrededor el recurso del que depende, y es algo extrapolable a otros lugares”, concluye.

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