Sacar la basura. Esa tarea que a ninguno convence: “voy después”, “ya bajo más tarde”... y al final, esa bolsa queda a la espera de que otra persona la baje. Ojalá tuviéramos un robot que se encargara de esto también, habrá pensado más de uno. Lo más curioso de todo es que, en el Everest, tanto la basura como esa pereza y el ánimo por un robot se encuentran en la cima del mundo.
Esta temporada, un equipo de operadores ha desplegado unos drones de carga pesada para recoger lo que los alpinistas dejan a su camino: latas, bombonas de gas vacías, botellas de plástico y restos de equipo. No es en vano, que el monte que antes era símbolo de pureza lleva un tiempo ganándose el título de: “el vertedero más alto del planeta”.
En tan solo diez minutos, un dron puede transportar tanta basura como la que diez personas tardarían seis horas en transportar”
En concreto, dos drones DJI FC 30 han conseguido volar hasta el “Campo 1” (C1), a 6.065 metros, y trasladar 300 kilos de residuos en apenas semanas. “En tan solo diez minutos, un dron puede transportar tanta basura como la que diez personas tardarían seis horas en transportar”, afirma Tshering Sherpa, jefe del Comité de Control de la Contaminación de Sagarmatha, ante las cámaras de la agencia AFP.
Antes, la tarea dependía de porteadores o helicópteros, con un fuerte coste en esfuerzo, dinero y seguridad. Además, para reducir riesgos, los drones también llevan oxígeno, escaleras y cuerdas a los equipos de guías que abren rutas en la peligrosa cascada de hielo de Khumbu. Para Raj Bikram Maharjan, de Airlift Technology, “los drones no solo son útiles en la guerra: pueden salvar vidas y proteger el medio ambiente”.
Al final, en la cima del mundo como en la puerta de nuestra casa, la ecuación es la misma: basura que alguien tendrá que recoger. Hoy son operadores valientes y drones de última generación los que hacen el trabajo sucio, valga la ironía. Que drones limpien el Everest es un logro. Que tengan que hacerlo, un fracaso de las cumbres donde se toman decisiones.