Uno de los tópicos más habituales que se propagan en verano es atribuir los incendios forestales a los “pirómanos”. Sin embargo, las estadísticas desmienten la relevancia de este factor. Los incendios obra de pirómanos representan un 7% de los sucesos forestales provocados. Es decir, suponen menos del 4% del total (incluyendo todas las causas: negligencias y accidentes, rayos...). Así lo señala el estudio de referencia, el más extenso sobre el origen de los incendios, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), y que cubre el período 2006-2015.
“Los incendios forestales causados por pirómanos son anecdóticos, excepcionales. En 20 años de oficio no he tenido ningún pirómano; entendiendo como tal a una persona catalogada por su piromanía, con un problema mental, con trastorno psíquico en el control de impulsos, que siente fascinación por el fuego y necesidad de provocarlo”, explica Fernando Benítez, fiscal de medio ambiente en Málaga.
No obstante, entre los incendios intencionados se dan casos de personas trastornadas que acaban provocando incendios (“porque se les ha metido en la cabeza”). En estos casos, Benítez admite que ha debido aplicar la eximente completa por trastorno psíquico, aunque no por “piromanía”.
La memoria de la Fiscalía del año 2024 resalta que el 69% de los incendios investigados se deben a negligencias y accidentes, mientras que un 24% son intencionados, porcentaje que incluye a los pirómanos.
Omnipresente en el debate político
La escasa relevancia del papel de los pirómanos contrasta, sin embargo, con la omnipresencia de la mención a esta figura en el debate político. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha hecho alusión en diversas ocasiones a la actividad de los “pirómanos” y a su instinto criminal, y ha llegado a proponer un registro para tenerlos controlados.
Estas referencias pueden verse simplemente como un mal empleo de la palabra o un intento de lograr un mayor impacto en la opinión pública. Pero sectores diversos resaltan que, vistos los datos estadísticos, este planteamiento “desvía el centro de atención en el debate sobre las causas realmente importantes”, como son las políticas forestales, según explica el fiscal Benítez.
Por otra parte, los pirómanos, al tener afectadas las facultades mentales (y no poder dirigir su conciencia y su voluntad) no pueden ser condenados. El Código Penal prevé en estos casos que se proceda a su absolución.
Todo ello no significa, sin embargo, que estas personas no queden sujetas a medidas de seguridad, que suelen ser normalmente un internamiento en un centro psiquiátrico o una libertad vigilada con tratamiento ambulatorio con una persona a su cargo que se haga cargo de él durante un tiempo determinado…
Una ristra de causas intencionadas en el mundo rural
“Los pirómanos, como patología que padecen quienes buscan ver el fuego o quieren contemplar cómo actúan los medios de extinción son algo anecdótico, pero hay muchas acciones intencionadas en el medio rural que muestran una alta conflictividad social y económica”, dice María Melero, experta de WWF.
Melero enumera un reguero de motivaciones variopintas que hay detrás de quienes prenden fuego de manera intencionada con ánimo de causa mal: venganzas, enfados, vandalismo, conflictos por los límites de parcelas o maniobras para ahuyentar a los animales, entre otos factores.
“Y obviar todas estas causas no va a resolver el problema...”, añade.
Las (malas) prácticas tradicionales agrarias y ganaderas
El 81% del total de los incendios contabilizados (con causa conocida) son por causa humana. Y esta cantidad se subdivide en el 28% debidos a las negligencias y accidentes (involuntariedad), y un 53% que son provocados (en los que los autores buscan quemar, sin que esto quiera decir necesariamente que haya una intención de causar un desastre).
El 68% de los fuegos provocados (dos tercios) están relacionados con las actividades de la agricultura y la ganadería..), resalta Eduardo Tolosana, decano del Colegio oficial de Ingenieros de Montes. En este punto, la preocupación mayor se centra en los fuegos originados en prácticas agroganaderas tradicionales (quemas para eliminar matorral o residuos agrícolas o para regenerar pasto que se dejan arder incontroladamente y pasan al monte, o se inician en terreno forestal…).
Además, en el grupo de las negligencias o causas accidentales, vuelven a aparecer las quemas agrícolas para controlar la vegetación o para regenerar pastos. “Hay que buscar soluciones alternativas para que estos incendios estén controlados”, resume María Melero, de WWF.
Y, finalmente, completan este capítulo fuegos causados por motores y máquinas; fumadores, hogueras y barbacoas, así como la larga ristra de acciones intencionadas absolutamente variopintas antes de citada.
Las negligencias se reducen
“Las negligencias se están reduciendo a base de educación y concienciación, pues se evita hacer fuegos en las épocas de peligro, entre otras precauciones. Y, en cuanto a los provocados debidos a las quemas para producir pastos o carácter agrícola, estos irán a menos” al disminuir el número ganaderos, opina el el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.
Sin embargo, aunque desaparezca esa antigua cultura del fuego ligada a las prácticas tradicionales, “cada vez habrá más riesgo de que se propaguen al crecer la biomasa forestal”, precisa Tolosana.
La distribución territorial ofrece muestras importantes variables. En el Noroeste peninsular destacan los altos porcentajes de sucesos provocados, mientras que en las comunidades interiores y mediterráneas la proporción de fuego provocados y negligencias es similar.
Catalunya y las máquinas cosechadoras
En Catalunya, el foco de atención se ha centrado este año en el incremento de los siniestros causados por la maquinaria agrícola en la cosecha del cereal, al repetirse este tipo de sucesos, especialmente entre el 24 de junio y el 8 de julio en la plana de Lleida. En esta zona, a una cosecha extraordinaria se sumo la sequedad del grano y un calor extremo, que crearon condiciones temibles.
El chispazo en una cosechadora es la principal sospecha sobre el origen del principal incendio registrado este año en Catalunya (el de Torrefeta i Florejacs, en la Segarra, donde ardieron 5.506 hectáreas) aunque los Agents Rurals no ha hecho públicas las posibles causas. Estas deberán ser determinadas por determinar el juez.
La clave en este suceso será determinar si se debió a un accidente o a una negligencia, circunstancia que se produce cuando se contraviene alguna normativa vigente. De hecho, una orden del Departament d’Agricultura fija las condiciones de seguridad que debe reunir el funcionamiento de la maquinaria agrícola en verano. (Por ejemplo, cada cosechadora debe ir acompañada de cuatro extintores y una balsa de agua. Y si hay peligro de incendio muy alto en una franja de riesgo máximo, se debe comunicar la continuación de los trabajos).
Un total de 700 inspecciones, el 80% correctas
Los Agents Rurals han hecho 700 inspecciones de la maquinaria agrícola este verano, y “el 80% cumplía las condiciones de seguridad”, según Josep Antoni Mur, inspector jefe de los Agents Rurals.
Mientras tanto, se sigue investigando el origen del segundo gran incendio de la temporada, el de Paüls (Baix Ebre), donde ardieron 2.391 hectáreas. Un 15% del total son incendios intencionados, que reúnen los indicios de que sons obra de una persona que quiere causar daño, aunque no hay noticia de ningún pirómano, pues en la mayoría de las vees no se identifica al autor.
Lo importante son “las causas de la propagación, no de la ignición”
El decano del Colegio de Ingenieros de Montes resalta que es más importante abordar las causas de la propagación del incendio que buscar el origen o la chispa primera de la ignición. Los últimos decenios se ha reducido el número de incendios, pero las condiciones del cambio climático y la acumulación de combustible “forman la tormenta perfecta” para que los fuegos se propaguen más fácilmente.
“El año pasado, el 0,25% de los incendios fueron responsables de más del 60% de las zonas que ardieron”, añade Tolosana.
El abandono del mundo rural y forestal, acompañado de la despoblación, unido a la acumulación de biomasa por el bajo nivel de aprovechamiento de los montes (madera muerta, bosques demasiado densos, espesos matorrales…) hacen los bosques especialmente peligrosos.
“Estamos aprovechando menos del 40% de lo que los bosques crecen cada año, mientras que en Europa aprovechan más del 60% de lo que crece”, añade el decano del colegio de Ingenieros. Incide además la “gran paradoja”. La eficacia en la extinción se vuelve en contra. Apagar rápidamente el fuego redunda en una mayor acumulaclón de biomasa forestal.
“El derecho penal no es útil para prevenir los incendios”
Los expertos consultados coinciden también que la solución al problema de los incendios no pasa por endurecer las penas, que ya son muy elevadas (hasta 20 años de prisión) para los incendios que pongan en peligro la vida o la integridad física. “Las penas ya se elevaron en 2015, con una reforma del PP cuando tenía la mayoría absoluta; además, se amplió el catálogo de agravamiento del delito de incendio forestal; y es evidente que no ha producido resultado alguno”, añade Benítez.
Pero que no produzca resultado alguno se considera “lógico” si se tiene en cuenta que el delito forestal generalmente se produce por una imprudencia. Y quien comete esta imprudencia jamás se imagina que va a estar sometido a un procedimiento judicial y puede ser condenado porque no piensa que se va a dar un incendio.
“Los incendios de ahora no son como los de hace 15 años; casi imposibles de extinguir por muchos dispositivos que tengamos. “El derecho penal no es útil para prevenir los incendios. La solución es la gestión y la prevención”, dice el fiscal Fernando Benítez.