Marte, con su imponente imagen desde el espacio, es un objetivo atractivo para la exploración humana. Pero enviar astronautas al planeta rojo podría ser más complicado de lo que se pensaba debido a un factor clave: el polvo tóxico que cubre la superficie marciana.
Un estudio reciente examina los riesgos para la salud de este polvo y propone soluciones para proteger a los astronautas en futuras misiones.
¿El peor enemigo de los astronautas?
Polvo con sustancias tóxicas
Durante las misiones Apolo de los años sesenta y setenta del siglo pasado en la Luna, los astronautas estuvieron expuestos al polvo lunar, que se pegaba a sus trajes espaciales, entraba en las naves y les provocaba tos, irritación ocular y molestias en la garganta. Algo similar a las alergias que muchos sufrimos en primavera.
Las investigaciones demostraron que la exposición continuada podía tener efectos a largo plazo sobre la salud. El polvo de Marte, aunque no es tan peligroso como el lunar, también tiene la capacidad de afectar a las personas. Sus partículas finas, que miden aproximadamente un 4 % del grosor de un cabello humano, pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso pasar a la sangre. Además, contiene sustancias tóxicas como sílice, yeso y ciertos metales pesados que podrían resultar perjudiciales para los astronautas.
Una ilustración del rover Perseverance de la NASA explorando el interior del cráter Jezero de Marte.
Los peligros de conquistar Marte
Comunicación lenta y un viaje muy largo
Uno de los principales problemas es que, en una misión a Marte, los astronautas no pueden regresar rápidamente a la Tierra para recibir tratamiento médico. De hecho, el tiempo de comunicación entre Marte y la Tierra puede llegar hasta los 40 minutos, no es en absoluto instantáneo, lo que hace casi imposible coordinar una ayuda médica inmediata.
Por este motivo, los investigadores apuestan por medidas preventivas. Según afirman, la clave para evitar los efectos nocivos del polvo marciano será minimizar la exposición al mismo. Algunas posibles soluciones incluyen el uso de filtros de aire de alta eficiencia, escafandras espaciales autolimpiables y sistemas que repelan el polvo mediante cargas electrostáticas.

