Con la llegada de la inteligencia artificial a nuestras vidas, el mundo ha cambiado por completo. Hace años, cuando queríamos saber algo, lo buscábamos en Google. Ahora, preguntamos directamente a una IA. La forma en la que accedemos al conocimiento, resolvemos dudas o incluso tomamos decisiones cotidianas se ha transformado a una velocidad endiablada, y da incluso miedo pensar en lo que puede venir en las próximas décadas.
Lo que antes implicaba comparar enlaces, leer varias fuentes o buscar en foros, hoy se resuelve en segundos con una conversación generada por un modelo de lenguaje. Esta comodidad nos ha llevado a incorporar herramientas como ChatGPT en rutinas tan básicas como estudiar, trabajar, escribir un correo o planificar un viaje. La inteligencia artificial ya no es algo del futuro: es parte del día a día.
Pero detrás de esta revolución digital silenciosa hay un cambio más profundo que muchos aún no perciben: el impacto que tiene en nuestra mente. ¿Qué está pasando en nuestro cerebro cuando delegamos el pensamiento, la memoria o la toma de decisiones en una IA? ¿Estamos ganando eficiencia o perdiendo habilidades cognitivas sin darnos cuenta?
Hay que enseñar a utilizar de forma responsable estas herramientas que no van a desaparecer, todo lo contrario
La experta en neurociencia Raquel Mascaraque, que cuenta con más de 600.000 seguidores en su cuenta de TikTok, asegura en un vídeo que usar ChatGPT o cualquier inteligencia artificial a diario está cambiando literalmente la manera en la que funciona nuestro cerebro.

Los participantes que utilizaron ChatGPT presentaron una menor conectividad entre regiones del cerebro
Mascaraque basa sus conjeturas en un experimento científico titulado Your Brain on ChatGPT: Accumulation of Cognitive Debt when Using an AI Assistant for Essay Writing Task cuyo objetivo era analizar cómo cambia la actividad cerebral al utilizar distintas herramientas tecnológicas para realizar tareas cognitivas, concretamente ChatGPT. En este, con una representación de 54 personas, los investigadores pidieron a cada participante que escribiera ensayos sobre temas sociales, pero se les dividió en tres grupos según la herramienta que podían usar para hacerlo. El primer grupo utilizó ChatGPT como asistente de redacción, el segundo recurrió a Google para buscar información, y el tercero escribió solo con su memoria y creatividad, sin ayuda externa.
Durante el proceso de escritura, todos los participantes llevaban puestos cascos de encefalograma, con sensores que medían la actividad en 32 regiones diferentes del cerebro. Esta técnica permitió observar en tiempo real las conexiones neuronales y la intensidad de las ondas cerebrales, especialmente las ondas Alfa y Beta, que están asociadas a la concentración, la creatividad y la atención. Los datos revelaron diferencias notables entre los tres grupos.
La IA como herramienta es increíblemente maravillosa, pero si delegamos en ella absolutamente todo, sí que podríamos tener consecuencias
Los participantes que utilizaron ChatGPT presentaron una menor conectividad entre regiones del cerebro y una reducción significativa en la actividad de las ondas Alfa y Beta. Según la experta, esto se interpretó como un descenso en la creatividad, una menor capacidad para recordar lo que habían escrito, y una desconexión emocional con el texto generado. En contraste, quienes no usaron herramientas o las incorporaron más adelante mostraron mayor implicación cognitiva.

La inteligencia artificial está cambiando por completo la manera en la que nos relacionamos con el mundo
“¿Está entonces la inteligencia artificial atrofiando nuestros cerebros?”, se pregunta Mascaraque. Y añade que, aunque el estudio aún está en fase de prepublicación y la muestra es limitada, los resultados abren un debate sobre el impacto del uso intensivo de la IA en nuestras funciones mentales.
“La IA como herramienta es increíblemente maravillosa, pero si delegamos en ella absolutamente todo, sí que podríamos tener consecuencias y generar lo que se denomina una deuda cognitiva. Tenemos que aprender a utilizar herramientas de inteligencia artificial para potenciar, no para sustituir, para pensar mejor, no para pensar menos. El hecho de prohibirlas en institutos no va a hacer que los chavales dejen de utilizarlas, va a hacer que quizás la utilicen mal. Hay que enseñar a utilizar de forma responsable estas herramientas porque no van a desaparecer, todo lo contrario”, sentencia.