Una semana antes de morir, Einstein firmó una carta en contra de las armas nucleares: “No solo comprendió el poder que había ayudado a liberar, sino que sintió el deber moral de controlarlo”

Ciencia Neo

Una semana antes de morir, Einstein firmó una carta en contra de las armas nucleares.

Una semana antes de morir, Einstein firmó una carta en contra de las armas nucleares.

Propia

Hace un par de años, Christopher Nolan se quitó la espinita de los Oscars gracias a Oppenheimer, película que consiguió superar a fenómenos tan potentes como Barbie y que logró hacerse tanto con una taquilla espectacular como con el favor de la crítica especializada.

Lee también

Un profesor de la Universidad de Sevilla demuestra que Albert Einstein estaba equivocado y resuelve un problema después de 120 años: “El error proviene de un argumento suyo”

La Vanguardia
Albert Einstein tenía esta rutina de sueño

Si lo consiguió es, sobre todo, gracias a su relato sobre una figura tan compleja como la de J. Robert Oppenheimer, el hombre que diseñó las bombas nucleares que pusieron el punto y final a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, durante la película también aparece alguien que tuvo mucho que ver con este desarrollo: el físico Albert Einstein.

En Oppenheimer, Albert Einstein aparece como un espectro. Está muy lejos de ser un personaje protagónico, pero cada vez que cruza la pantalla —caminando junto a un lago, con el sombrero calado y la mirada cansada— sentimos que está allí para algo más grande. Para recordarnos que la física puede cambiar el mundo, pero también destruirlo. Sin embargo, lo que la película de Christopher Nolan no muestra es que Einstein también tuvo su propia escena final en relación al Proyecto Manhattan. Y fue escrita, literalmente, días antes de su muerte.

Albert Einstein inventó una patente que podría haber revolucionado la energía solar.

Albert Einstein inventó una patente que podría haber revolucionado la energía solar.

Diseño propio

La última carta de Einstein

El 11 de abril de 1955, Albert Einstein escribió su última carta. Tenía 76 años, estaba viviendo en Princeton y su salud se deterioraba con cada vez más rapidez. Sabía que el final estaba cerca, así que decidió cerrar algo que llevaba tiempo carcomiéndole. La misiva iba dirigida a Bertrand Russell, el filósofo británico con quien compartía una inquietud profunda por el destino de la humanidad tras Hiroshima y Nagasaki. En esa carta, Einstein no hablaba de ecuaciones, ni de teorías, ni de luz doblándose en el espacio. Hablaba de responsabilidad.

“Estoy de acuerdo con el contenido del manifiesto y firmo gustosamente”, escribió de puño y letra. Era su aprobación al que se conocería como el Manifiesto Russell-Einstein, un llamado a los líderes del mundo para detener la carrera armamentística nuclear. El documento se haría público en julio de ese mismo año, cuando Einstein ya había fallecido. Fue el acto final de un científico que, décadas antes, había puesto en marcha el mecanismo que conduciría al nacimiento de la bomba atómica.

Albert Einstein diseñó los agujeros negros antes de que pudieran verse.

Albert Einstein diseñó los agujeros negros antes de que pudieran verse.

Canva

La historia de Einstein y la bomba tiene un comienzo bien documentado. En 1939, ante la posibilidad de que el régimen nazi desarrollara un arma nuclear, Einstein —influenciado por las advertencias del físico Leo Szilard— firmó una carta dirigida al presidente Roosevelt. Aquella carta, escrita con urgencia y miedo, fue el catalizador del Proyecto Manhattan.

Pero la carta de 1955 fue otra cosa. Fue, en cierto modo, una anticarta atómica. Si en la primera su firma impulsó la creación del arma más destructiva de la historia, en la segunda intentaba frenarla. Dos firmas que marcan el arco completo de una conciencia científica enfrentada al abismo.

“Él fue uno de los pocos hombres que no solo comprendió el poder que había ayudado a liberar, sino que sintió profundamente el deber moral de controlarlo.”

Bertrand Russellfilósofo

Como escribió el propio Russell al recordarlo: “Él fue uno de los pocos hombres que no solo comprendió el poder que había ayudado a liberar, sino que sintió profundamente el deber moral de controlarlo.”

La última aparición pública de Einstein no fue un experimento, ni una entrevista, ni una lección magistral. Fue un gesto sencillo, privado, y sin embargo demoledor: asumir públicamente la necesidad de parar. De decir “basta” después de haber hecho posible lo impensable.

Lee también

En el Manifiesto Russell-Einstein, al que Einstein dio su nombre antes de morir, se lanza una pregunta que resuena todavía: “¿Qué podemos hacer los seres humanos para evitar una catástrofe que puede acabar con nuestra especie?”

La respuesta que propusieron fue clara: cooperar, dialogar, desarmarse. Defender la supervivencia de la especie por encima de ideologías o fronteras. Un mensaje tan evidente como difícil de aplicar. Especialmente en un mundo que, en pleno siglo XXI, sigue aumentando sus arsenales nucleares.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...