Día de la Madre Ambivalente

Día de la Madre Ambivalente

Hace poco, una asociación barcelonesa de psicoanalistas, Gradiva, me pidió una conferencia. Acepté, aunque solo fuera porque tras tantos años de pagar a psicoanalistas para que me escucharan, me pareció justicia poética que me pagaran ellos a mí. Escuché sus ponencias sobre La singularidad femenina, muy interesantes, aunque no lo entendí todo (“Nosotros tampoco”, me confesó después uno de ellos) y cuando llegó mi turno, les hablé de mis modelos de mujer. 

BARCELONA, 26/04/2020.- Madre e hijo en bicicleta disfrutan del día soleado en el paseo marítimo de Barcelona, este domingo en el que los menores de catorce años podrán salir a la calle por primera vez, cuando se cumple el cuadragésimo cuarto día de aislamiento social tras la activación del estado de alarma para contener la pandemia de coronavirus. EFE/Alejandro García

 

ALEJANDRO GARCÍA/EFE

De mis profesoras, tan cultas e inteligentes, pero que vivían con sus padres y a los 40 años tenían que llegar a las diez a casa. De las escritoras españolas de los sesenta, que, tras un primer triunfo juvenil, empezaban a desaparecer del mapa: se convertían en madres de familia, católicas, alcohólicas, amas de casa deprimidas…

Y hablé de mi madre y mis abuelas. De la paterna, viuda rica, se decía en mi familia: “Es una egoísta, no la quiere nadie”. La materna, pobre y sometida a su marido, era cariñosa y servicial. “¡Todo el mundo la quiere!”, era el juicio unánime. Pero mi madre, cuando hablaba de ella, suspiraba: “¡Pobre mamá!”…

Mi madre me dio un ejemplo de cómo ser mujer, y madre, sin convertirse en un felpudo

¿Y mi madre? “¡No me encocores!”, nos decía de pequeños (un verbo que debía de usarse en Ávila y significa molestar); y reconocía, años más tarde: “Los niños me cansan y me aburren”. Pero fue una madre afectuosa, que nos cuidó, escuchó, ayudó… a la vez que tenía una vida propia: estudiaba, trabajaba, viajaba…

Y yo le agradezco las dos cosas: lo que hizo por nosotros y lo que hizo sola. Porque con eso me dio un ejemplo de cómo ser mujer, y madre, sin convertirse en un felpudo.

En vísperas del día de la Madre, recuerdo algo que me dijo una de mis psicoanalistas: “Lo propio de la maternidad es la ambivalencia”. Cierto: ser madres nos coloca en la encrucijada entre vivir para una misma o para los demás, dos proyectos por definición contradictorios. Dar prioridad siempre a lo primero sería irresponsable; darla sistemáticamente a lo segundo implica un sacrificio que pasa factura, a una misma y a los otros. A mi madre, que murió hace unas semanas, yo le agradezco que asumiera la contradicción. Feliz día de la Madre Ambivalente.

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