La esperanza con la que millones de sirios han celebrado la caída de Bashar el Asad está más que justificada. Tras más de cinco décadas de dictadura y de una feroz represión, incluidos trece años de sangrienta guerra civil, se abre en el país un escenario nuevo.
Pero lo que estos días también aflora en las ciudades sirias es la exteriorización de la rabia contra todo lo que representa el pasado y, sobre todo, la incertidumbre. De momento, los islamistas, liderados por la Organización para la Liberación del Levante (HTS), intentan poner un cierto orden. La normalidad está volviendo a Damasco, donde muchos comercios ya abrieron ayer. Los yihadistas han decretado una amnistía general para todos los soldados de leva que estaban en el ejército, perseguirán a los criminales de guerra del régimen y los esfuerzos se centran ahora en lograr una transición pacífica. Han formado un Gobierno de transición bajo la presidencia de Mohamed el Bashir, hasta ahora primer ministro del denominado Gobierno de Salvación Nacional de Siria en la provincia de Idlib.
La cuestión será si HTS cumplirá sus promesas y gobernará de manera inclusiva. Su líder, Abu Mohamed el Yulani, ha prometido respetar a todas las minorías, pero cristianos, kurdos, drusos, alauíes y chiíes no esconden su preocupación sobre cómo se comportará el nuevo poder islámico. Existe cautela e incluso temor. El gran desafío es unificar un país arrasado por más de trece años de guerra y con una gran variedad étnica y religiosa. Ayer, el enviado de la ONU para Siria advirtió de que el país se enfrenta a otro conflicto si el nuevo Gobierno no incluye a las minorías.
HTS se presenta como conciliador y respetuoso de las minorías para aumentar su legitimidad
Son grupos como HTS –considerado terrorista por la ONU y por EE.UU.– los que dominan el nuevo escenario de transición política. HTS lleva tiempo intentando reinventarse como una fuerza con una imagen menos extremista, buscando apoyo de la población y de actores internacionales para aumentar su legitimidad. Ahora se presenta como un grupo conciliador, pero existe el miedo de que esta milicia islamista salafista, heredera de la rama siria de Al Nusra, se acabe convirtiendo en una nueva versión de Estado Islámico y Siria sea un nuevo polvorín yihadista.
Occidente no oculta su temor a este posible rebrote del extremismo islamista. El Yulani estuvo vinculado a Al Qaeda y ahora debe dar pruebas de que su ruptura con ese movimiento es real. El líder de HTS trata de esconder su pasado yihadista con un llamamiento a la unidad y a la concordia entre todos los sectores sirios. De momento, todo indica que el inmediato futuro viable pasa por una fuerte presencia de HTS en la transición, pero con el respaldo de otros grupos étnicos, incluidas las fuerzas políticas de la anterior administración de El Asad, en su mayoría alauíes, así como del Ejército Nacional Sirio (ENS).
Y mientras, se están produciendo movimientos importantes al norte y al sur de Siria. Al norte, Turquía centra su interés en prevenir cualquier expansión de la influencia de los grupos kurdos. Erdogan asegura que no permitirá la división de Siria y no quiere ver ni en pintura ni un atisbo de región autónoma kurda en el país. Al sur, Israel ha realizado más de trescientos bombardeos contra arsenales y almacenes de presuntas armas químicas que tenía El Asad, ha destruido la flota siria y ha creado una “zona estéril de defensa” en el sur del país, pero niega que sus tropas estén cerca de Damasco.
Occidente teme que la milicia yihadista pueda derivar en un nuevo Estado Islámico
Tras la caída de El Asad, se ha producido en Europa un movimiento en cadena de diversos países que han dejado en suspenso las peticiones de asilo de ciudadanos sirios. Francia, Alemania, Bélgica, Grecia, los Países Bajos, Austria, Italia, Suiza, Croacia y los países nórdicos han decidido replantearse su política en este sentido hasta que se clarifique la situación tras el triunfo islamista. Una decisión que puede entenderse como una invitación a los solicitantes de asilo sirios a que vuelvan a su país ahora que el régimen ha caído, aunque los estados europeos admiten que la incertidumbre que vive puede demorar el posible retorno. La decisión se enmarca también en el claro resurgimiento de partidos y movimientos antiinmigración en muchos países de Europa, y en Alemania tienen también un papel clave las elecciones de febrero, en las que la inmigración será un tema clave.
La Comisión Europea dijo ayer que el retorno debe ser voluntario y en condiciones seguras y dignas. La UE acoge 1,2 millones de refugiados sirios. Turquía, por su parte, ha abierto sus pasos fronterizos para que retornen los tres millones de refugiados en territorio turco, mientras que en otros países limítrofes con Siria –Líbano, Jordania e Irak– los regresos de ciudadanos sirios son aún escasos. El enigma y la incertidumbre sobre cómo será la nueva Siria imponen cautela.