¿Hay ultras buenos y malos?

¿Hay ultras buenos y malos?
Director de La Vanguardia

La necesidad de aplicar cordones sanitarios contra las formaciones ultraderechistas es un debate que no cesa, justamente porque cada vez hay más partidos de estas características y cada vez tienen más poder. Ahora se ha vuelto a poner de actualidad en Rumanía, donde cinco formaciones europeístas han decidido unir sus fuerzas para evitar que el próximo primer ministro sea un ultra. El país está conmocionado desde que se supo que el Tribunal Constitucional había suspendido la primera vuelta de las elecciones presidenciales por considerar que el resultado fue manipulado por una campaña en TikTok a favor de un candidato ultraderechista. Este pacto puede tener todo su sentido.

El problema de fondo es aplicar o no esta norma del cordón sanitario de forma generalizada ante cualquier formación ultra. La excancillera Angela Merkel defendió el lunes en la interesante entrevista que le hizo nuestra corresponsal en Berlín, María-Paz López, la necesidad de haber implantado un cortafuegos democrático contra la AfD, la formación ultranacionalista alemana. Pero, la realidad es que esta organización, al igual que el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, no han parado de crecer a pesar de estos aislamientos a los que les han sometido el resto de los partidos.

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Giorgia Meloni, primera ministra italiana 

Remo Casilli / Reuters

Merkel no quiso poner a la AfD en el mismo nivel de otras organizaciones ultras como Fratelli d’Italia, el partido de Giorgia Meloni, por ejemplo, cada vez más aceptado en Bruselas. ¿Hay ultras buenos y malos? ¿Hay ultras que deben ser aceptados como mal menor y otros que deben ser aislados? Son preguntas difíciles de contestar. Los partidarios de suprimir los cordones sanitarios sostienen que esta medida no ha dado resultado y que de lo que se trata es de resolver los problemas de fondo que facilitan que estas organizaciones nazcan.

Salvador Illa ha aplicado esta medida contra Vox y Aliança Catalana, pero las encuestas les auguran un gran crecimiento, especialmente a la formación de Sílvia Orriols. La vara de medir es difícil de aplicar. Y, si no, que se lo pregunten a Meloni, que ha pasado de ser repudiada a tener cada vez mayor influencia y ha visto como los socialistas europeos han acabado apoyando a un comisario de su partido.

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