Vigilo mi propia mente de mono. Ya sabe, saltando de un pensamiento a otro, de rama en rama. Los dispositivos ofrecen también lectura de mono, visionado de mono, escucha de mono. Una vida plena de mono. Usted, por ejemplo, quizás haya saltado ya a otro artículo, otro vídeo, otra música, otra historia. Leyó la primera frase, no le interesó al mono y saltó como tal. Eso significa que ya no está leyendo esto, claro, tal vez se encuentre en la sección de deportes, en la de sucesos, o muy lejos, en otra web, sabe Dios. Usted vagando por el universo y yo hablándole a nadie, sujetando un fantasma con las uñas. Me hubiera gustado que nos conociéramos un poco más, sinceramente. Qué le vamos a hacer. Le deseo lo mejor.
Yo aquí sigo, comentando que, agotada tras la observación de mi mono, propongo a un grupo de compañeros el clásico juego del botón mágico. ¿Quién apretaría un botón que nos devolviera a un mundo sin internet?, digo en el café. De ocho personas, entre 30 y 60 años, tres escapistas nos declaramos a favor de abandonar la era digital y regresar al teléfono de cable, el contestador automático, la enciclopedia en papel, la cola en la agencia de viajes. Quizás estemos de farol, imposible saberlo, el botón de regresar es una fabulación sin consecuencias. Tampoco se trata de una opción razonada con datos psicosocioeconómicos, es solo una inclinación personal.
De ocho personas, tres escapistas nos declaramos a favor de abandonar la era digital
Las escapistas queremos apretar el botón. Preferimos tener que ir a una biblioteca a buscar un dato cualquiera antes que seguir con este mareo. La mente saltarina está en los humanos desde la noche de los tiempos, pero con la era digital el mono anda desatado. Logró crear un mundo tecnológico a su medida, qué cosas. Hablando de animales, una de las escapistas inventa un paralelismo turbio entre la proliferación de datos y la sobrealimentación de las palomas urbanas. Las palomas que encuentran comida por todas partes y no tienen que esforzarse en buscar frutos en los árboles se acomodan, se vuelven cada vez más tontas y trasmiten una herencia genética que lleva a la degeneración de la especie. Una paloma idiota es imbatible y peligrosa (se estrella con tu cara) porque no teme nada, dice haciendo campaña por el botón. Pero yo salté hace rato a otra cosa, y quién sabe dónde anda usted, quizás en Japón.

