La revuelta siria ha dejado fotos icónicas de derribo de estatuas, pero ha sido la quema de la tumba del padre del tirano lo que pervivirá en nuestra memoria. El mensaje de los rebeldes es poderoso: una estatua se restaura, pero una tumba reducida a cenizas simboliza la aniquilación del pasado, del recuerdo, en este caso, de una dinastía criminal cuyo último vástago vegetará en una dacha hasta que Vladímir Putin, su anfitrión, se harte de él y de su troupe decadente.
Es muy pronto para calibrar las posibilidades de éxito del gobierno de Abu Mohamed al Yulani. Por un lado, su liderazgo se asienta sobre una inestable coalición de intereses nacionales y extranjeros irreconciliables. “Ya no existe nada que pueda llamarse pueblo sirio”, suele afirmar la novelista siria Samar Yazbek. Por otro lado, la facción de Al Yulani, por mucho que se modere ahora, contiene el gen yihadista de la misma Al Qaeda.

Al Yulani, en la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco
Y aun así, pese a las muchas dudas que suscita la reconstrucción política de Siria, hay quien en Europa se apresura a proclamar el advenimiento de una democracia surgida de la nada a la que deberían regresar ya los millones de desplazados. Austria se ha puesto al frente del pelotón de señalamiento. En Alemania, que hoy se adentra en un periodo de inestabilidad política por la previsible caída del Ejecutivo de Olaf Scholz, el destino de los 850.000 sirios que acoge el país va a ser un tema recurrente de la larga campaña preelectoral.
Pero ¿alguien duda que los primeros interesados en regresar a su país son los propios sirios, antes ciudadanos de pleno derecho y hoy náufragos en un Occidente hostil? Hay una filmografía extensa que muestra la miserable vida que aguarda en Europa a los migrantes de Oriente Medio. Pese a su incomprensible final feliz, The old oak , de Ken Loach, recrea bien la pesadilla que viven los sirios en una tierra que ni promete ni cumple. Green border , de Agnieszka Holland, es aún más descarnada. ¿De verdad hay que urgirles a tomar un camino de vuelta con el que la mayoría de ellos sueña cada día?
Ojalá Siria se convierta en algo parecido a un país estable y puedan regresar a ella quienes quieran hacerlo. El problema lo tendrá entonces una Europa envejecida que necesita a millones de inmigrantes para sobrevivir. Pero esta es otra cuestión.