Nico, mi cuento de Navidad (II)

EL PATIO DIGITAL

Una advertencia: esta columna está imbuida de espíritu navideño, lo que significa que vamos a hablar de X, que es de lo que se trata aquí, pero para bien. Sí, han leído correctamente, porque las redes tienen también cosas positivas, son un lugar de encuentro, para lo mejor y lo peor, porque todo se magnifica, los insultos experimentan una progresión geométrica, pero de la misma manera también lo hacen las peticiones de ayuda, compartir necesidades, contribuir a cubrirlas.

Esta escribidora no recuerda quién dijo aquello tan cierto de que una sociedad se distingue por la manera en que trata a los más débiles, y el último de los eslabones son los otros animales, los no humanos, qué somos nosotros sino partículas de carbono evolucionadas. Pero como dijo el poeta, carbono somos, más carbono con sentimientos, y ellos, los no humanos, los tienen, y perdonen si una se pone emocional, son las fechas.

Aunque quizás debería ponerme todo el año. Todo el año, los 365 días, el Santuario Vegan (@santuariovegan) trabaja, en condiciones muy difíciles, siempre falta dinero, para rescatar animales considerados “de granja”, el último eslabón de los estabones. Y la @asociacionLara, rescatando perros y gatos que tal vez, en unas fechas como estas, fueron un regalo, desechable como el envoltorio después...

No vamos a ser pesados, la lista de personas entregadas a los débiles de cuatro patas es larga, afortunadamente. Mientras miles de tuiteros se arrojaban acusaciones durante la DANA, ellos contribuyeron al rescate, amparo y restitución de las llamadas mascotas con sus familias. Sí, una parte de la sociedad hace lo que se debe hacer.

Nico, a veces bueno, a veces mejor

Nico, a veces bueno, a veces mejor 

Sabrina Cheung

Pero esto se anuncia como un cuento de Navidad, vamos a ello. Nico es mi gato y esta es una segunda parte de sus aventuras porque hace años hubo una primera. Nico es mi gato rescatado de la calle cuando era una cosa pequeña y pulgosa y ahora ya ha entrado en la categoría senil, a esta escribidora no le falta tanto para ello. El tiempo pasa para todos, y el que estamos compartiendo nunca tendrá precio.

Hará unos ocho años, Nico, un espíritu inquieto y curioso, más aún que sus colegas, intentó cruzar la calle en un mal momento y un coche se lo llevó por delante. Estábamos fuera, pero fue capaz de arrastrarse hasta nuestra casa, donde lo vio una vecina toda corazón (gracias, Josefina), que se hizo cargo de todo hasta que volvimos.

Nico sobrevivió pero con una pata menos, no hubo más remedio. Fue una decisión muy difícil de la que aprendimos mucho más que el gato, porque él inmediatamente se acostumbró a su nueva situación, decidido a seguir con su existencia de la mejor manera posible. Sí, la vida siempre se abre camino, a poco que la dejemos, ellos, los no-humanos, lo saben mejor que nosotros.

/ Han pasado ocho años de su atropello, mi gato ahora es sénior y está pasando por los achaques que nos esperan a todos, humanos y felinos,  porque la vida es esto y aún así vale la pena

Han pasado ocho años, Nico tiene ya diez, y han empezado los achaques de los que ninguno nos libraremos. Un día nos dimos cuenta de que su carácter había mejorado, porque siempre había sido contestón y peleón, incluso con su pata de menos, a él no había quién le tosiera, ni humanos ni felinos.

Algo pasaba, y sí, algo ha pasado, hemos tenido que operarlo varias veces, sin que se defendiera a arañazos del veterinario ni de sus ayudantes. No es buena señal.

Incluso aquella vez en que por culpa de un maldito coche a demasiada velocidad en una calle de barrio, aquella vez en que estuvo semanas ingresado para conseguir el milagro de salvarle la vida aunque fuera a costa de su pata, seguía mirándote con una expresión muy clara de “te vas a enterar en cuanto salga”, o aquella otra de “ibais a cambiar el cuarto de baño, ahora será el veterinario quien se lo pueda cambiar”.

(Una sociedad se reconoce por cómo trata a los más débiles, y un 21 por ciento de IVA en los tratamientos veterinarios no dice mucho ni muy bueno de los países que, como el nuestro, los condenan a no poder ser tratados).

Mi gato tres patas, mal encarado y pendenciero se ha hecho viejo, simplemente. Unos viven más, otros menos, nos pasa incluso a los humanos, con todas nuestras tonterías. Sólo podemos acompañarle, darle cariño, arroparle y decirle en la orejita que lo seguimos queriendo, y que ojalá cuando llegue el momento alguien nos quiera a nosotros tanto. Aunque no lo parezca, es un final feliz.

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