2025: año I de la Contrarreforma

La democracia está embarrada. Aquí y en el conjunto de Occidente. El año que queda atrás nos ha dejado con crisis de gobierno en Alemania y en Francia; con las instituciones internacionales desacreditadas por hablar mucho y hacer poco; con guerras agónicas en Ucrania y Palestina y con un Donald Trump dispuesto a retornar a la Casa Blanca, esta vez sin violencia, pero con una agenda desacomplejadamente oligarca, aislacionista, antiliberal… y ampliamente refrendada por el pueblo, por cierto. Recuérdese que, intentando frenarle cayeron no solo Harris y Biden, sino que, poco antes, también habían rodado cabezas en las uni­versidades de Harvard, Columbia o Pensilvania, todas ellas personas e instituciones icónicas del liberalismo clásico. La purga ha empezado, como en Alemania, en verano de 1934.

MADRID, 26/12/2024.- Hojas arrancadas de una libreta, post-it o cualquier pedazo de papel es válido para escribir los deseos del próximo año 2025 y dejarlos en la pared de una tienda de regalos del centro de Madrid, que acumula cientos de estos recortes. EFE/ Mariscal

 

Mariscal / EFE

Para algunos el retorno de Trump marcará, ahora sí, el principio del fin del mundo: aislacionismo, aranceles y espiral ambiental autodestructiva. También, y seguramente lo peor, designación de viejos zorros antidemócratas como nuevos guardianes del gallinero. Para muchos otros, lejos de tener motivos para preocuparse, con Trump empieza el año I de la Contrarreforma. Porque después de décadas de globalización, guerras culturales y libertinaje, la gente decente, progresista o conservadora, reclama cierto back to basics .

En España, aunque Pedro Sánchez conserva una mala salud de hierro, costará tiempo olvidar la tragedia de la dana en Valencia; la manifiesta incompetencia y egoísmo de las autoridades y, en lo simbólico, que el propio presidente tuviera que salir corriendo de Paiporta. En su intento de recordar que un Estado que falla no es un Estado fallido, en aquellos días tristes ni la dignidad y buen oficio del propio Felipe VI fueron suficientes para generar consuelo. Y es que entre la opinión pública ha calado la sensación de que, aquí y en el conjunto de Occidente, las élites ni saben lo que se llevan entre manos ni se puede dar por hecho que sean honestas (Paul Krugman dixit ).

Si hay que reformar constituciones, amnistiar delitos o pactar con el diablo, pues se hace

Sobre las razones que explican la victoria de Trump en las pasadas elecciones no hay consenso. Como no lo hay a la hora de explicar el auge de la derecha autoritaria en Europa. ¿Son las razones económicas –básicamente el aumento de las desigualdades, la precarización de las clases medias, la pérdida de fe en el progreso– las que explican su éxito o más bien son motivos de tipo cultural y moral, la inmigración masiva y el hartazgo con los excesos de la cultura woke , los que han llevado a una gran mayoría de ciudadanos norteamericanos a votar a Trump, de italianos a votar a Meloni, de franceses a Le Pen, de húngaros a Orbán, de españoles a Vox, Se Acabó la Fiesta (SALF) o, en Catalunya, a Aliança Catalana? No parecen respuestas contradictorias ni mucho menos incompatibles.

En la comprensión del malestar, las razones económicas son objetivas y objetivables. Como es medible la desesperanza y el miedo por dejar de ser quien (presuntamente) fuimos un día. Quizás porque, como nos recuerdan los clásicos y ha pasado en Suecia, en una comunidad, cuando las gentes ya no lloran ni ríen por las mismas cosas la convivencia se quiebra. Se agrietan los consensos, la tolerancia languidece y se agranda el fanatismo, siempre tan persuasivo a la hora de prometer seguridad como diligente recortando liber­tades.

Por eso sería bueno recordar que lo que constituye realmente una comunidad política no es lo vivido, sino el futuro por vivir; no es la supuesta tradición heredada, sino lo que estamos dispuestos a hacer con ella para ser mejores. En palabras de Nemat Shafik, lo que nos debemos unos a otros. Y si para conseguirlo hay que reformar constituciones, amnistiar delitos o pactar con el diablo, pues se hace. Porque las instituciones, como la memoria, se inventan, tanto como se construye la esperanza. Joan Salvat-Papasseit lo escribió hace más de un siglo: “Res no és mesquí / perquè la cançó canta en cada bri de cosa. / –Avui, demà i ahir / s’esfullarà una rosa: / i a la verge més jove li vindrà llet al pit.” Recién estrenado el 2025, urge decidir si estamos porque este sea el año I de la Contrarreforma o si, conscientes de lo mucho y bueno que tenemos, preferimos renovar el contrato con nuestro Estado de derecho, por precario que sea. Feliz año.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...