Tras el polémico y controvertido mandato de Hungría, Polonia ha tomado desde el pasado día 1 la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. El lema de su semestre no deja lugar a dudas sobre cuál será su prioridad: “¡Seguridad, Europa!”. La seguridad en todas sus facetas: exterior, interna, informativa, económica, energética, alimentaria y sanitaria.
Marcada por la guerra en la vecina Ucrania y la escalada de tensiones en la frontera polaco-bielorrusa (que el primer ministro Donald Tusk ha calificado de ejemplo de “guerra híbrida”), la presidencia polaca piensa adoptar una visión amplia del refuerzo de la seguridad y la defensa europeas. Polonia es uno de los más firmes defensores de la integración de Ucrania a la UE y piensa aprovechar su presidencia para abrir una fase inicial de las conversaciones para la futura adhesión de ese país y de Moldavia.
El país ha experimentado un cambio desde que, hace algo más de un año, la Coalición Cívica encabezada por el liberal Tusk, expresidente del Consejo Europeo, desalojó del poder a los nacionalistas ultraconservadores del partido Ley y Justicia, cuyo gobierno fue reiteradamente amonestado por Bruselas y se enfrentó a multas y retención de fondos europeos por discrepar de la Unión Europea en temas como los derechos de los homosexuales y la inmigración, y por unas reformas judiciales antidemocráticas.
Marcadamente europeísta, al contrario que su predecesor Mateusz Morawiecki, Tusk está intentando reinventar el Estado de derecho, desmantelado por la derecha populista, con una difícil cohabitación con el presidente de la República, Andrzej Duda, de Ley y Justicia, que tiene poder de veto y dificulta que el nuevo Ejecutivo pueda revertir los abusos de la etapa anterior. Tusk tiene todavía reformas por abordar y retos pendientes, debido a los equilibrios que debe hacer en su Gobierno de coalición.
El país pretende hacerse un sitio entre los grandes estados de una UE en plena crisis de liderazgo
Polonia asume la presidencia en un momento crucial para Europa. No solo por el devenir de la guerra de Ucrania, sino también por la incertidumbre económica y la necesidad de reformar las políticas internas y externas del bloque europeo. Las relaciones con EE.UU., tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, van a ser otra prueba de calado, y Varsovia insiste en la necesidad de alcanzar una mayor autonomía estratégica. Planea utilizar también su mandato para proyectar su influencia y hacerse un sitio entre los grandes estados de una Unión Europea en plena crisis de liderazgo, evidenciada en las difíciles situaciones política y económica que viven Francia y Alemania.
Y es que argumentos no le faltan. Su economía es una apisonadora y ya se ha convertido en la quinta potencia económica europea. Junto con España, a la que está a punto de hacer el sorpasso , son los países comunitarios con mayor crecimiento económico. Uno de los principales impulsores de ese crecimiento ha sido la atracción de inversión extranjera directa, especialmente tras la entrada en la UE, un hecho sin el cual no puede explicarse el milagro económico polaco, ya que también ha aprovechado eficazmente los fondos estructurales de la Unión Europea para desarrollar sus infraestructuras.
Políticamente, Polonia está teniendo un mayor peso en el seno de la UE. No solo porque el centro de gravedad se ha desplazado hacia el este del continente debido a la guerra de Ucrania, sino porque ha sido uno de los países que han liderado el endurecimiento de la política migratoria que luego otros estados han apoyado. Pretende integrar la cuestión migratoria en la política de seguridad europea, reforzando los controles fronterizos y cooperando con terceros países.
Tradicionalmente proestadounidense, Varsovia no comparte la visión que Trump tiene de la OTAN y de su papel, y deberá trabajar para sortear posibles conflictos con las políticas comerciales proteccionistas que el presidente electo piensa implantar. El país es hoy la mayor voz contra Rusia del este europeo. Su discrepancia de la política prorrusa de la anterior presidencia la llevó el viernes a excluir a Hungría del acto formal de inauguración de su mandato. La crisis diplomática entre ambos países es evidente. Varsovia defiende mantener la presión sobre Rusia y ha presentado un plan para asegurar la frontera con ese país y con Bielorrusia.
Varsovia pone la seguridad como prioridad de su semestre al frente del Consejo de la Unión
Polonia ha hecho que se rompa la unidad del Grupo de Visegrado, creado en 1991 y formado por este país junto a Hungría, Chequia y Eslovaquia. El llamado V4 ha actuado históricamente como un lobby intracomunitario defensor de políticas migratorias restrictivas. Ahora, la posición claramente antirrusa de Tusk evidencia sus divisiones internas respecto de Rusia y de Ucrania y del modo como resolver el conflicto.