No es la primera vez, sino la tercera, en que el expresidente francés Nicolas Sarkozy se sienta en el banquillo. Lo hará a partir de hoy de nuevo en París, donde será juzgado por los presuntos delitos de corrupción pasiva, financiación ilegal de campaña electoral, asociación criminal y encubrimiento de malversación de fondos públicos. La acusación que pesa sobre él, y sobre otras 12 personas –entre ellas, tres exministros–, es haber financiado su campaña electoral del 2007 con dinero del régimen libio del desaparecido Muamar el Gadafi, a cambio del deshielo de las relaciones bilaterales.
El exjefe del Estado, que ocupó el Elíseo entre 2007 y 2012, fue condenado en firme el pasado día 18 por corrupción y tráfico de influencias a tres años de prisión –uno en firme en forma de arresto domiciliario con brazalete electrónico– en el llamado caso de las escuchas o Bismuth, y en 2021 fue condenado asimismo en primera instancia a un año de cárcel por falsificación de los gastos de campaña del 2012 (una sentencia que está recurrida)