Trump-Musk, el cambio que viene

Pocas veces habían sido tan desconcertantes las expectativas creadas por las declaraciones de un presidente que en unos días jurará el cargo en la gran avenida del Mall de Washington. Donald Trump repetirá el juramento con la mano sobre la Biblia frente al presidente saliente de la Casa Blanca, un Joe Biden que tras medio siglo de transitar por los pasillos del poder en Washington se va por agotamiento físico y cognoscitivo.

FILE - President-elect Donald Trump listens to Elon Musk as he arrives to watch SpaceX's mega rocket Starship lift off for a test flight from Starbase in Boca Chica, Texas, Nov. 19, 2024. (Brandon Bell/Pool via AP, File)

 

Brandon Bell / Ap-LaPresse

Los que vivimos en directo la revolución conservadora de Thatcher y Reagan en los años ochenta, el desmembramiento y caída de la Unión Soviética en 1991, la revolución de Teherán de 1979 y el fortalecimiento y ampliación de la Unión Euro­pea no imaginábamos que llegaría un día en el que un presidente norteameri­cano no solo anunciara sus intenciones de cambiar la relación con sus aliados sino que además propusiera verbalmente el cambio de fronteras y de gobiernos en países amigos con los que comparte intereses militares, económicos y de modelos de vida.

Está en marcha una batalla política y cultural en el seno de las democracias occidentales

El MAGA (“Make America great again”) de Trump no se refiere a un repliegue de Estados Unidos en el mundo como el que diseñó su antecesor James Monroe, quinto presidente del país, desde 1817 hasta 1825, con su eslogan “América para los americanos”. Las circunstancias son bien distintas, y Europa salía de las guerras napoleónicas y emprendía un proceso de colonización que se extendió durante más de un siglo en África y Asia. Pero no en América, donde imperaba la doctrina Monroe.

Trump no piensa rehacer las alianzas con los viejos socios que en el siglo XX hicieron que los norteamericanos salvaran a Europa de sus fantasmas internos y guerracivilistas. Primero, en la Gran Guerra, luchando contra los imperios centrales; segundo, en la guerra contra Hitler, y después, en la guerra fría contra la Unión Soviética. Europa y el mundo serían otra cosa sin el posicionamiento firme de Estados Unidos contra los autoritarismos.

La novedad que anuncia Trump, por el momento, es hacer grande Estados Unidos a costa de debilitar a gobiernos aliados democráticos.

Ha propuesto la compra de Groenlandia, una autonomía danesa desvinculada de la Unión Europea desde 1985; ha invitado a Canadá a que se convierta en el 51.º Estado de EE.UU. refiriéndose a su hasta ahora primer ministro como el “gobernador Justin Trudeau”, y ha amenazado con recuperar el control del canal de Panamá alegando “tarifas exorbitantes” en el tránsito marítimo. Desde hace un cuarto de siglo el canal es propiedad de Panamá.

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Esta intromisión anunciando intervenciones en la política de otros países, aliados y amigos, se mueve por ahora en el terreno de la retórica y del verbo fácil de Trump. Acaba de denunciar a México de convertirse en caballo de Troya de los productos chinos que pasan a Estados Unidos.

Trump no camina solo. Le acompaña Elon Musk, el personaje más rico del mundo, que tiene más de doscientos millones de seguidores en su plataforma X, antes Twitter, y que difunde su apoyo al partido Alternativa para Alemania (AfD) que va segundo en las encuestas para las elecciones federales del 23 de febrero. El presidente Macron se lo ha recriminado.

El magnate de las nuevas tecnologías también ataca descaradamente al Gobierno británico acusando al primer ministro de hipotéticas malas prácticas cuando era fiscal y pidiendo al rey Carlos III que convoque nuevas elecciones.

Si fuera Pedro Sánchez, no estaría tranquilo, porque en cualquier momento puede distribuir un mensaje en la plataforma de su propiedad pidiendo cualquier cosa. El problema es que tanto Trump como Musk tendrán un gran poder y quieren cambiar el mundo con criterios no compartidos por amigos y aliados. El desconcierto es considerable en una Europa frágil políticamente frente a una Rusia autoritaria y guerrera y una China que dis­puta la hegemonía militar y tecnológica a Estados Unidos. Trump ha tendido puentes con la Europa de Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Robert Fico y muchos partidos de derecha radical que pretenden cambiar el paisaje político y social de Europa. También está en marcha una batalla cultural en el seno de las democracias occidentales.

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