Stay Homas, el trío que nos cautivó durante el confinamiento desde la terraza de su piso del Eixample, se despide del público la próxima semana. Pese a haber alcanzado una enorme visibilidad y haber sabido mantenerla, han optado por un adiós indefinido. El fenómeno del éxito masivo es un mejunje tóxico al que incomprensiblemente muchos parecen aspirar. A mí solo me parece explicable en los narcisistas desaforados y en los jóvenes. Por eso los Stay Homas, que son muy jóvenes, demuestran con esta despedida una madurez poco común.

Un muy recomendable documental que podemos ver en Filmin (La banda que no debería existir) nos descubre las claves de su meteórico ascenso viral al tiempo que nos revela las de su adiós. Incluso en el momento del subidón de rigor, algo los distinguía. Tal vez su educación. En el documental llama la atención cómo la madre de uno de ellos, lejos de mostrar la babosa satisfacción tan propia de la condición de madre, expresa sus reservas. Solo eso ya me parece un indicio de que tal vez hayan sido educados en un entorno capaz de reflexión, toda una rareza en un mundo poco inclinado a buscar el sentido de nuestros actos, a no ser que se midan en dinero.
Los Stay Homas dejan los escenarios: su despedida contiene la belleza de lo efímero
Su decisión de parar es fruto de esa reflexión. Se despiden porque no quieren repetirse, porque no quieren traicionarse, porque llegaron muy lejos, porque ficharon por Sony y se fueron de Sony, porque supieron detectar las presiones que no iban con su naturaleza... Se despiden porque el público se enamoró de unos chicos que tocaban con utensilios de cocina y un cubo de basura ante un cenicero repleto de colillas y cuando quisieron evolucionar el público penalizó su éxito porque el público es un monstruo caprichoso y los prefería con el cubo de basura y las colillas. Se despiden, calculo, para descansar de la incómoda paradoja entre vendidos y cool: eres cool si te sigue una minoría selecta (eso da prestigio), eres un vendido si apareces en los grandes medios y te fichan los grandes sellos (eso da dinero).
El documental ilustra esta contradicción con la que todo creador ha de bregar. Su despedida precoz contiene la belleza de lo efímero y de lo románticamente suicida. Y aunque un día regresen, siempre les honrará ese gesto con el que ahora han sabido elegir su libertad.