Matonismo y valentía

Elon Musk, el hombre más rico de la Tierra, aportó 100 millones de euros a la campaña electoral de Donald Trump y compró Twitter para hacer enfadar a la suficiente gente y así hacer presidente a su nuevo mejor amigo. Lo consiguió.

Charles Lindbergh, héroe americano y pronazi

Charles Lindbergh, héroe americano y pronazi

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Más de setenta millones de estadounidenses votaron al único presidente de su historia condenado por 34 delitos. Más de setenta millones de tipos que serán responsables de lo que suceda en el mundo. Porque ya no cabe sorpresa con Trump. Hay setenta millones de tipos que avalan lo que haga Trump. En unos años, cuando lo de la extrema derecha acabe como siempre acaba, en desastre y violencia dirigida y extrema, empezarán las excusas de los pueblecitos alrededor de Auschwitz y sus crematorios llenos de gentes adorables argumentando que desconocían que, quién podía imaginar que o jamás creímos que.

No salen voces que les digan a los herederos de los nazis que dejen de amenazarnos

Elon Musk empezó creyéndose Tony Stark/Iron Man, pero parece que ha acabado siendo Charles Lindberg. Este fue el primer piloto que consiguió atravesar el Atlántico en solitario con el Spirit of St. Louis tras 33 horas de vuelo. Un héroe. Pero al poco le pudo el factor humano. Meses después de su proeza acabó mostrando quién era: un supremacista blanco, racista ideológico en el sentido eugenésico, acérrimo de Hitler y su deseo de exterminar a judíos y otras razas impuras e inferiores. En una distopía novelesca, Philip Roth le hizo ser presidente de Estados Unidos. Tiempo al tiempo. De momento ya anda quemando Reichstags virtuales de Alemania, Francia y el Reino Unido y apoyando a la extrema derecha alemana, herederos de aquellos nazis de Lindberg, el círculo cerrándose y todos riéndoles las gracias­.

Pero lo más descorazonador de todo es que, desde las democracias y las sociedades libres, no salgan voces que les digan a esos matones que dejen de amenazarnos. Voces que desde la valentía les espeten que no son nadie para gritarnos. Que estamos orgullosos de lo que hemos construido, del sistema que nos hemos dado, de sus virtudes y defectos. Voces que, sabiendo de los peligros, les indiquen a esos psicópatas que no vamos a aceptar sus chantajes. Compraremos menos, venderemos menos jamón serrano y viviremos peor, pero al menos no perderemos la dignidad de haber mandado a paseo al matón.

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