El Barça y la gestión de Laporta

Pasado tan solo día y medio tras la brillante victoria por 5 a 2 del Barça sobre el Real Madrid en la Supercopa de España disputada el domingo en Yida (Arabia Saudí), el presidente blaugrana, Joan Laporta, compareció ayer ante la prensa en Barcelona. Lo hizo, principalmente, para dar su versión sobre el denominado caso Olmo, que ha centrado la actualidad del club durante el periodo navideño, en especial desde que LaLiga decidió desinscribir a dos jugadores barcelonistas –Dani Olmo y Pau Víctor–, argumentando que el FC Barcelona no había satisfecho sus obligaciones económicas al respecto en el plazo requerido, antes de que terminara el 2024.

Iniciado ya el nuevo año, se pudo reconducir la situación, y los dos jugadores mencionados volvieron a recuperar sus credenciales y a estar habilitados para participar en la competición oficial. Pero el episodio dejó mal sabor de boca en la afición barcelonista, ya inquieta y descontenta tras una sucesión de promesas presidenciales incumplidas, y debido también a una gestión económica que parece estar hipotecando el futuro del club.

El caso Olmo ha dejado mal sabor de boca a una afición ya descontenta por las promesas incumplidas

Siguiendo la doctrina de Sunzi –no hay mejor defensa que un buen ataque–, Laporta evitó ayer cualquier atisbo de autocrítica y aprovechó su comparecencia para cargar contra LaLiga, la Real Federación Española de Fútbol, determinados clubs rivales, los medios de comunicación y los grupos de oposición a su junta directiva, entes todos ellos a los que responsabilizó en mayor o menor medida de la presente situación barcelonista. Laporta ni siquiera vaciló al ponerse en el mismo plano que el club, presentando a ambos como las víctimas –indisolublemente unidas e incluso fundidas en una sola– de una campaña de descrédito orquestada desde fuera del club.

Naturalmente, el presidente barcelonista es libre para divulgar su versión de los hechos. Pero la gestión del caso Olmo –que a los 26 años fue fichado el pasado verano por unos 56 millones de euros para regresar al club en el que se formó– ha dejado mucho que desear y ha supuesto un desdoro para la imagen del club. Un club en el que Laporta ha impuesto una gestión personalista, en ocasiones fallida, a menudo agónica, cuyos resultados le interpelan por tanto básicamente a él, y más aún tras prescindir de decenas de ejecutivos y directivos de perfil profesional y sustituirlos por otros procedentes de su círculo de amistades. Probablemente también por todo eso, una decena de grupos, plataformas y asociaciones opositoras, entre ellas Sí al Futur, representada por Víctor Font (segundo candidato más votado en las elecciones del 2021, que dieron un segundo mandato a Laporta), y Som un Clam, representada por Joan Camprubí, conminaron al poco de iniciarse el año a Laporta y su equipo directivo a dimitir “de inmediato”.

Sentir los colores no basta para garantizar una gestión impecable del club azulgrana

Si el primer mandato presidencial de Joan Laporta, comprendido entre el año 2003 y el 2010, se vio iluminado por la sabia elección de Pep Guardiola como entrenador y por la eclosión de Leo Messi, que propició tardes de gloria concretada en los 35 títulos conquistados por el rosarino como barcelonista, el segundo, iniciado en marzo del 2021, empezó con la promesa fallida de retener fácilmente al astro argentino y se está caracterizando por unos resultados deportivos discontinuos, pese al buen hacer del entrenador Hansi Flick y de un equipo muy rejuvenecido que luce el sello de la Masia; y, sobre todo, se está caracterizando por una gestión en la que abundan los sobresaltos y las soluciones sobre la campana. En dicha gestión son frecuentes las promesas defraudadas, como por ejemplo la fecha de regreso a un Camp Nou que seguirá en obras por un periodo ahora ya difícil de concretar. Y se ha consolidado una estrategia de continua huida hacia delante, materializada en la política de palancas, quizás admisibles en una circunstancia excepcional, pero no como recurso reiterado, puesto que comprometen temerariamente el mañana económico del club (la última vez, con la venta a futuro de palcos vip, todavía inexistentes, a entidades de Qatar o los Emiratos Árabes Unidos). Sobre ese suelo mojado ha llovido el caso Olmo, que ha acercado al club al ámbito del quiero y no puedo. Algo que la masa social barcelonista difícilmente puede asumir como un rasgo propio o distintivo.

Nadie va a discutir a Laporta su entusiasmo, su pasión por el Barça y aciertos como el fichaje de Flick como entrenador. Pero una cosa es sentir los colores y otra bien distinta es garantizar una gestión impecable, algo siempre deseable, más aún en un club como el Barcelona, cuya representatividad en el fútbol y en la sociedad catalana es enorme.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...