Es transversal. Tienen entre 17 y 21 años, más o menos. Vienen de familias muy diferentes, unas antes llamadas trabajadoras, otras antes llamadas progres, otras de un perfil liberal. No se conocen, pero todos han aprendido a ganar dinero por su cuenta. Sin trabajar. Lo hacen con apuestas online, o especulando con deportivas u otros productos. Compran a un precio, revenden a otro mayor. Les fascina la bolsa, saben cómo funcionan las acciones, saben de criptomonedas. Cosas de las que no pueden hablar con sus padres porque no les entienden.
Están enfocados a hacer dinero y no tienen dilemas éticos. Todo el esfuerzo es para sí mismos. Van al gimnasio, no toman alcohol y sí bebidas energéticas, cuidan su físico. De generaciones anteriores han aprendido que trabajar quita tiempo y no da pasta; te deslomas y no te haces rico. Han visto que estudiar no implica que vayas a encontrar trabajo en aquello en lo que te has formado. Si tuvieran que hacer una carrera, estaría relacionada con la economía.

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Querer ganar dinero a su edad no es raro, es la edad a la que quieres independizarte. La diferencia es que antes se hacía a través del trabajo. Siendo aprendiz, luego becario. Muchas veces las prácticas no estaban remuneradas y tenías que pluriemplearte. Ahora el mérito ya no viene del trabajo; el éxito está en ser el más rápido y el más listo. Del clásico “el trabajo dignifica” han pasado al “porque yo lo valgo”.
La especulación no es nueva; en tiempos del estraperlo, ya se decía que “no te harás rico trabajando”. Comprar para revalorizar y vender, forma parte de la idea de crecimiento. Las redes democratizan el juego del bróker. La desconfianza en las instituciones y la educación, de la que se aprovechan los gurús (“nadie te contará esto”), la normalización del egoísmo, la fascinación por el lujo, y no querer cambiar el mundo sino aprovecharse de él, hacen el resto.
Creen que controlan mientras ponen el porvenir en manos del azar
Cuanto más inmediato es todo, menos perspectiva hay de pasado y de futuro. Y sin pasado, el futuro no tiene dónde reflejarse, su proyección es corta. A la fase nihilista por la que nada tiene sentido, le sigue la especulativa, un sálvese quien pueda. Ante la incertidumbre, lo único que puedes hacer es apostar, ya veremos qué valor tendrá esto. Creen que controlan mientras ponen el porvenir en manos del azar.