Pongamos por caso una de las escenas más populares de la historia del cine: la de la ducha en Psicosis . Marion Crane, alojada en un motel de mala muerte en su huida tras robar 40.000 dólares de la inmobiliaria en la que trabaja, se está duchando antes de cenar, y alguien aparece al otro lado de la cortina para apuñalarla.
Ahora pongamos que, en lugar de sus gritos, o (mejor) además de sus gritos, la escena contuviera sus propias descripciones de lo que está ocurriendo.
La famosa escena de la ducha de Psicosis.
Algo así: “Vaya, parece que ha entrado alguien en el baño y va a apuñalarme… ahrrggg… es una persona que lleva un cuchillo y parece que voy a morir en los próximos instantes… ahrrggg… oh santo dios, la hoja del cuchillo empieza a atravesarme, todo eso es mi sangre, están a punto de asesinarme…”.
Hace pocos días trascendió en algunos medios especializados una política o tendencia o directriz que Netflix está imponiendo a los guionistas de sus series para que alimenten una nueva categoría que ha definido sin complejos como “visualización casual”.
Han detectado que los espectadores llegan a casa, encienden su televisor o su pantalla y buscan algo fácil.
No fácil por ñoño o de argumento simple, sino que sea compatible con hacer otras cosas. Preparar la cena, controlar que tu adolescente está efectivamente estudiando historia (y no mirando el móvil), o mismamente mirar el móvil si la escena decae o medio decae.
De manera que Netflix está interviniendo en los guiones hasta idiotizarlos. Los personajes deben explicar lo que están haciendo en cada momento y deben anunciar lo que harán a continuación, para evitar que el espectador pierda el hilo mientras fríe un huevo o mira TikTok. Retener al espectador como sea.
Contra la calidad
Netflix impone a los guionistas simplicidad y reiteración para que el público pueda hacer dos cosas a la vez: lo llama “visualización casual”
Aunque siempre ha habido contenido de relleno y películas de guion simple, los medios especializados se han llevado las manos a la cabeza porque la intervención de Netflix tiene algo de estructural, porque puede mermar (aún más) la cultura cinematográfica media, porque dice mucho (muy poco) del nivel cultural y porque desnuda la capacidad de atención de una franja del público.
El director de Psicosis , antes de que se me olvide, fue un tal Alfred Hitchcock; y su guionista (pobre), Joseph Stefano. La sangre de Marion era en realidad jarabe de chocolate.
Quizás no estaría mal: “Ahrrggg... Oh santo dios, la hoja del cuchillo empieza a atravesarme, todo eso es mi sangre, voy a morir… pero no sufran, en realidad solo es jarabe de chocolate”. Pero ya no daría miedo o, para que se me entienda, ya no daría miedo.
