La futbolista Jennifer Hermoso hizo ayer una declaración impecable ante el juez de lo sucedido durante la entrega de medallas del Mundial del 2023: “Sabía que me estaba besando mi jefe y eso no debe ocurrir en un entorno laboral. Me sentí poco respetada. Mancharon uno de los días más felices de mi vida”.
El beso no consentido de Luis Rubiales fue el colofón de una jornada deportiva donde el presidente de la RFEF estuvo ordinario, chabacano y grosero. Su gesto de euforia al acabar el partido, cuando se agarró los genitales, estando sentado junto a su hija y la reina Letizia, es una de las imágenes más procaces que se recuerdan en un palco de autoridades. Sus insultos de las primeras horas a quienes le habían criticado su beso eran la demostración de que no había entendido nada. Las presiones posteriores, calificadas de coacciones por la defensa de la futbolista, fueron otro error, que remató con una comparecencia donde se limitó a sacar pecho y anunciar que se negaba a dimitir.
El pico inhabilitó definitivamente a Rubiales, pero ahora se le juzga por agresión sexual
En las primeras reacciones ante los medios, Rubiales y Hermoso parecieron restar importancia al asunto, aunque, en un directo en Instagram con las jugadoras, la futbolista afirmó que la acción del beso no le había gustado. Aquello fue la espoleta retardada que incendió el vestuario, al que Rubiales y su corte (incluido el seleccionador Jorge Vilda) habían maltratado. Se supo entonces que les obligaban a tener las puertas de las habitaciones de los hoteles abiertas para controlarlas y que les registraban incluso las bolsas que entraban en las concentraciones. Las futbolistas de la selección se pusieron al lado de Hermoso y denunciaron las actitudes de abuso de poder, machismo y sexismo de Rubiales y su equipo.
La FIFA le suspendió de sus funciones cautelarmente, los presidentes de las federaciones territoriales pidieron su renuncia y el presidente del Gobierno le exigió la dimisión. Un año y medio después, ha empezado un juicio que le sacará de nuevo los colores. Su actitud inaceptable le inhabilitó definitivamente. Otra cosa es si un pico no consentido es una agresión sexual que merece dos años y medio de cárcel. Esta es una cuestión a la que deberá responder el juez, pero que también tendríamos que plantearnos todos los ciudadanos.
