Solo Trump sangra

LA COMEDIA HUMANA

Se ha vuelto habitual decir que Donald Trump es imprevisible. Que la cascada de medidas o propuestas que ha anunciado –desde congelar fondos públicos dentro de Estados Unidos, cerrar el grifo de la ayuda humanitaria internacional, desmantelar el Departamento de Educación, anexar Canadá, hasta llevar a cabo una limpieza étnica en Gaza– no tiene sentido.

Discrepo. No es que haya método en su locura, como diría Shakespeare. Es que hay locura en su método. El denominador común de todo lo que hace y dice siempre es el mismo. Cero empatía. Cien por cien narcisismo. Nula compasión. Absoluta incapacidad de ponerse en la piel del otro. Ni la más mínima conciencia de las vidas de los demás; ni las de sus compatriotas, ni las de los extranjeros, ni las de los más pobres, ni de los más enfermos.

Solo él tiene sentimientos. Solo él sangra.

Entendido esto, todo lo demás tiene su perversa lógica. Incluyendo el nombramiento de Elon Musk como su consigliere y el de J.D. Vance como sucesor en caso de que él, Trump, muera antes de cumplir sus cuatro años de mandato presidencial, o que un día lleguen dos o tres hombres vestidos de blanco al despacho oval y lo arrastren al manicomio.

OPI3 DEL 9 DE FEBRERO

 

Oriol Malet

Musk es uno de esos tipos que justifican el uso de aquel lugar común: “Supera la ficción”. Primero, veamos los hechos, a la vez indiscutibles e inverosímiles. El hombre más rico del mundo es el receptor de miles de millones de dólares en fondos estatales y
–imposible inventárselo– el zar de un nuevo departamento dentro de la Casa Blanca cuya misión es recortar masivamente el gasto público. Sin tocar, claro, lo que el Estado invierte en sus propias empresas.

Segundo, y solo un poco discutible, Musk sería el clásico villano de las películas de James Bond si no fuera porque excede por mucho en maldad a Goldfinger, a Blofeld y al Dr. No. Diabólico de aspecto, brillante científico, notorio tirano laboral, piensa lanzar un cohete a Marte con quién sabe qué lunático fin.

El vicepresidente Vance intenta disimular un poco. En una entrevista hace unos días con Fox News, el Pravda trumpista, Vance pretendió alinear su visión política con la religión. Católico converso, explicó que el dogma cristiano impone el siguiente ranking de prioridades: amar a tu familia; luego amar al prójimo; luego a tu comu­nidad; luego a los ciudadanos de tu país, y, finalmente, al resto del mundo.

Bueno, a ver. En primer lugar, respecto al comportamiento de la Administración Trump, todo es mentira. Segundo, es una falsa interpretación del mensaje de Cristo.

Es mentira porque queda claro que a los capos del Gobierno de Trump les sobra poco amor para sus compatriotas, específicamente para los funcionarios que se han propuesto despedir, sean estos del departamento de Educación o de la agencia de ayuda extranjera (Usaid), o miembros de la CIA y del FBI. Les da igual que, por venganza o por capricho, cientos de miles de estadounidenses se queden sin trabajo.

Hay locura en el método de Trump: cero empatía, nula compasión, sin conciencia de las vidas de los demás

Es mentira también lo que dice Vance porque él y su jefe han dejado claro que el resto del mundo no se merece ni una gota de amor cristiano. La decisión de cortar toda la ayuda internacional, lo más nefasto de la actual Casa Blanca hasta la fecha, ya ha tenido consecuencias devastadoras para cientos de clínicas en países pobres que dependen de Estados Unidos para el suministro de oxígeno, de vacunas, de antibióticos y de tratamientos que salvan las vidas de personas con tuberculosis, malaria, VIH y otras enfermedades letales.

The New York Times hizo un reportaje exhaustivo sobre el tema la semana pasada en el que contaron que varios médicos africanos lloraron mientras explicaban a los reporteros del diario la catástrofe que se les venía encima.

En cuanto al tema teológico, el señor Vance debería consultar los Evangelios. Jesucristo nunca habla de priorizar el amor por un sector de la humanidad sobre otro. Lo que propone es exactamente lo contrario.

Hitler, Stalin y Gengis Kan operaban según la escala de valores de la que habla Vance. Bueno –para ser justos con Hitler, Stalin y Gengis Kan–, el orden de “primero familia, luego el prójimo”, etcétera, responde a lo que sería el instinto de la mayoría de los seres humanos. Lo revolucionario del mensaje de Cristo es que propone que se ame al prójimo no importa quién sea. Ese es precisamente el mensaje de la parábola del buen samaritano, el que acude a la ayuda de un judío que se encuentra medio muerto en la carretera, pese a que los samaritanos y los judíos son enemigos.

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Total, Vance, tan devoto él, no sabe de lo que habla. Que encima reclute a Jesucristo como aliado en la misión vengativa y destructora del Gobierno que representa a tan alto nivel lo delata, si no como un villano Bond, como un Joker, un bromista de mal gusto. Al menos Trump y Musk, lejos ambos de Dios, no caen en la misma hipocresía. Deshumanizan al resto de la humanidad por gusto. Sin excusas o cuentos.

¿Existe alguna esperanza de que se pueda mitigar, aunque sea un poco, el daño que estos infelices están causando al mundo?

Sí. Alguna sí. Convendría, en primer lugar, que el choque de machos entre Trump y Musk acabe mal para Musk. Que Trump le despida o le reste poder. ¿Por qué? Porque Musk es un fanático y Trump solo es un egocéntrico, y los egocéntricos son más manipulables que los fanáticos.

Para Trump lo importante, lo único importante ya que carece absolutamente de valores o de ideas, es poder proyectarse como un ganador. Vean cómo fue que acabó dando marcha atrás en su plan de imponer aranceles del 25 por ciento a todas las importaciones de México o Canadá.

Los gobiernos de los dos países dijeron que, OK, impondrían más controles fronterizos al flujo de drogas y de inmigrantes sin papeles. Trump decidió interpretar estas mínimas concesiones como una victoria –un win – para su brillante estrategia negociadora/amenazadora y, al instante, adiós a los aranceles. Al menos, por ahora.

Convendría que el choque de machos entre el egocéntrico Trump y Musk acabe mal para el fanático Musk

El resto de los gobiernos habrán tomado nota y sacado sus conclusiones. Lo cual, reconozco, no es un gran consuelo dada la inexorable realidad de que, desaparezca Trump o no, tendremos en la Casa Blanca durante cuatro años a una panda de psicópatas, de Jokers y de villanos Bond, cuyo único objetivo es quemar el mundo para alimentar sus extraños egos.

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