Durante la cena, Marta, mi mujer, lanza una pregunta: “A ver, ¿en qué tiempo de la historia anterior al siglo XV os gustaría haber vivido?”. Suele hacer esta clase de preguntas mientras, por ejemplo, comemos o viajamos en coche. Disfruta haciéndolo, también para cogerme desprevenido fuera de mi despacho, el pensatorio, donde soy yo el que se pregunta. Ahora aguarda, sonriendo, una respuesta.

“¿Y por qué antes del siglo XV?”, inquiero. “Pues porque después ya es más fácil responder”, contesta. “Son tiempos más conocidos y con mejor vida que la edad media o la antigua. Además, quien más quien menos elegiría una época reciente y no sería difícil responder a la pregunta”, añade. Creo que en este caso Marta elegiría el París de la belle époque o el Nueva York de los años veinte. Pero como se trata de escoger entre los siglos anteriores al Renacimiento, ella dice que, “por exclusión”, se quedaría en Al Ándalus. Da sus razones, principalmente, por aquel grado de cultura y civilización, en contraste con la ruda Europa de entonces. “Pero, por favor –salto yo–, ¿no ves que a ti te meterían en un harén y a todos nos mandaría un califa, quién sabe con qué mandatos caprichosos…?”. Le digo: “Ni antes ni después del siglo XV hay para mí un solo tiempo elegible…”.
Ni siquiera el que prefiero a todos, el siglo de las luces, vistiendo yo casaca de raso y zapatos con hebilla. Porque no había antibióticos, ni anestesia ni, sobre todo, democracia y derechos de las mujeres. ¡Vivir bajo un rey déspota o un marquesito voluptuoso! Ni hablar. Entonces, y también por “exclusión”, elegiría el tiempo menos malo de todos: el nuestro. Una cosa es soñar haber estado en algún hecho clave de la historia. Casi todos lo hacemos, por poco que la conozcamos. En España aún hay gente que le gustaría haber conocido a Franco, Azaña o Macià. Muchos jóvenes adoran los setenta o los ochenta del pasado siglo.
Stefan Zweig revisita unos cuantos Momentos estelares de la humanidad . Pero eso es volver a “momentos”. Yo soñé uno con Pavarotti y John Lennon. Pero hacerlo a toda una etapa, como el mismo Zweig en El mundo de ayer para celebrar la Europa anterior al nazismo, eso es más aventurado. Aunque en nuestra época estemos mal, estamos menos mal que en todas las anteriores. Y a diferencia de estas, tiene un tiempo por delante.