La verdad siempre empieza después del “pero”. O eso decía Frank Underwood en House of cards , presidente cínico y despiadado que sabía que lo que viene antes del “pero” es solo un preámbulo, una concesión vacía, una manera de apaciguar conciencias antes de asestar el verdadero golpe. En estos días, la verdad sobre Karla Sofía Gascón parece depender de dónde situemos ese “pero”. Elijan una de las dos:
Primera opción: es la primera mujer trans nominada a un Oscar por su sublime interpretación en Emilia Pérez , pero sus tuits son asquerosos, cretinos, indignos, racistas y catalanófobos.
Segunda opción: sus tuits son asquerosos, cretinos, indignos, racistas y catalanófobos, pero su interpretación en Emilia Pérez como primera mujer trans nominada al Oscar es sublime.
El orden no es indiferente. En esta segunda formulación, la nominación es la gran noticia, el hito histórico, lo que merece el aplauso. Los tuits son una mancha, sí, pero no eclipsan el logro. En la primera opción, en cambio, los tuits son la mancha que lo tiñe todo y la nominación es un apunte a pie de página, una ironía del destino.
Es un ejercicio sutil, casi imperceptible, pero definitorio. ¿Qué pesa más, la persona o la obra? ¿La política identitaria o la ética individual? ¿El arte o el discurso? En tiempos de redes sociales, la sentencia es inmediata: se exige posicionamiento, se reclama coherencia, se reparten carnets de pureza ideológica. El “pero” se convierte en la guillotina.
Ante históricos señalamientos públicos, la novedad es la velocidad del juicio. Lo que ayer era admiración hoy es repudio. Lo que ayer era un “bravo” hoy es un “cancelada”. Y todo ello, sin matices, sin escalas de grises, sin la posibilidad de que dos verdades puedan coexistir sin anularse mutuamente.
Quizá la única certeza es que, al final, la frase que elijamos no dice tanto de Karla Sofía Gascón como de nosotros mismos. De nuestra moral fluctuante. De nuestras lealtades y enemistades. Del tipo de mundo que queremos construir.
Porque la verdad puede empezar después del “pero”, pero también puede estar en lo que no nos atrevemos a decir.
