Trump, el hipnócrata

¿Adónde va Trump, como un piloto loco al volante de un bólido? Su respuesta: a la edad de oro. “La edad de oro de Estados Unidos empieza ahora mismo”, proclamó en su discurso inaugural. Un país rico, con una industria floreciente, sin molestos inmigrantes ilegales, que dejará de gastar millones en armas para Ucrania y hará grandes negocios construyendo, sobre los cadáveres y las ruinas, un Mar-a-Gaza para millonarios. ¿Los medios para conseguirlo? Los que inventaría mi abuelo en la tertulia del café, en esas parrafadas que empezaban: “Yo, gobierno, esto lo resolvía en dos días”, lo que ahora se llama cuñadismo. ¿Los coches se fabrican en México? Se les pone un arancel exorbitante y ya verás qué pronto se espabilan para fabricarlos en Estados Unidos. ¿Hay inmigrantes ilegales? Se les mete en un avión, y a Colombia, y si Colombia se re­siste, se la amenaza con aranceles y ya verás qué pronto se la envaina. ¿Hay gazatíes en Gaza? Que se vayan a Egipto... ¡Qué fácil todo!

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Roberto Schmidt

Ya. Pero hay, lo siento, dos pequeños problemas. El primero es una cosa que se llama… ¿cómo se llamaba?, ah, sí, leyes. Lo de echar a un pueblo vencido de su tierra, por ejemplo, legalmente es un crimen de guerra. Bah, una nimiedad para quien se declara a sí mismo “muy listo”, “el rey”, “un genio”, que “sabe más de impuestos que nadie, quizás, en la historia del mundo”. “El que salva a su país no incumple ninguna ley”, ha declarado. Bueno, pues vamos con el segundo problema.

Hoy la clave del poder es la capacidad de construir una realidad alternativa

Y es la posibilidad, si me permiten la duda, de que sus promesas no se cumplan. Que los aranceles provoquen una inflación estratosférica; que la economía necesite inmigrantes; que dos millones de gazatíes se nieguen a abandonar su tierra (¿meterlos en trenes a la fuerza?, ¿en cámaras de gas?...). ¿Qué hará, entonces, el genio?

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Muy fácil: alterar el relato. Asegurar que es el mejor presidente de la historia del mundo, sin “quizá”, y echar la culpa de todo lo que va mal a otros. Ya ha dicho que Ucrania empezó la guerra y que el accidente aéreo de Washington se debió a las políticas de diversidad, que permiten contratar como controladores a enanos y epilépticos. Y encuentra gente que lo cree. Porque hoy la clave del poder es la capacidad de construir una realidad alternativa. No por nada Trump embiste contra la prensa y ha elegido como mano derecha al dueño de una red social. “Trump no convence: hipnotiza”, explica el filósofo Jianwei Xun, que ha bautizado su Gobierno como “hipnocracia”. Señoras y señores, les presento al hipnócrata, la nueva modalidad de autócrata con la que tendremos que acostumbrarnos a lidiar.

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