¿Censura necesaria?

La publicación del libro El odio por la editorial Anagrama ha desatado una tormenta más en España. La obra, que recoge una serie de cartas intercambiadas entre el autor y José Bretón, condenado por el asesinato de sus hijos, ha sido duramente criticada por la madre de las víctimas, quien ha solicitado su retirada del mercado. El debate pone en tensión dos principios fundamentales: el derecho a la libertad de expresión y la sensibilidad hacia las víctimas de crímenes atroces.

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José Bretón 

Rafa Alcaide / EFE

La libertad de expresión es un pilar esencial que protege el derecho de los individuos a expresar sus ­ideas, incluso cuando resultan perturbadoras o polémicas. Sin embargo, esta libertad no es absoluta y entra en conflicto con otros derechos, como el respeto a la dignidad de las víctimas y sus familias. En el caso de El odio, la madre de los niños asesinados argumenta que la publicación del libro otorga una plataforma a Bretón para hacer más daño si cabe.

El debate sobre el libro ‘El odio’, sobre José Bretón, no es solo jurídico, también ético

Existen casos similares como If I did it, un libro en el que O.J. Simpson relata cómo habría cometido el asesinato de su exesposa y su amigo, una obra que solo vio la luz tras una ardua batalla legal de los familiares de las víctimas. En España, la publicación de Las bestias del abismo, escrita por un condenado por el asesinato de una niña, fue finalmente retirada del mercado.

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¿Hasta qué punto debe protegerse la libertad de expresión cuando entra en conflicto con la memoria y el dolor de las víctimas? Esa censura de estas obras sienta un precedente peligroso, ya que cualquier contenido controversial podría ser objeto de veto en el futuro. ¿Dónde quedaría el límite para la censura? ¿Podría cuantificarse el dolor solo en caso de crímenes? Pero permitir que criminales o quienes los justifiquen difundan sus versiones de los hechos implica una falta de respeto hacia quienes han sufrido sus crímenes.

El debate sobre El odio no es solo jurídico, sino también ético. ¿Debe una editorial asumir responsabilidad moral por el contenido que publica? ¿O su papel es simplemente garantizar el acceso a todas las voces, dejando que el público decida? En un mundo donde la información fluye sin restricciones, encontrar el equilibrio entre libertad de ex­presión y sensibilidad social sigue siendo un desafío sin respuestas
definitivas.

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