Hasta hace poco, desconocía la palabra asterismo. Siempre aprendemos palabras raras, aunque no seamos aficionados a los crucigramas. La palabra asterismo, que viene de aster, estrella, es sinónimo de constelación.
La imaginación humana ha establecido 88 constelaciones, pero siempre podemos imaginar otros asterismos, sea en el cielo o en la Tierra. Esto es, figuras formadas por elementos distintos o dispares, sean o no estrellas, a los que asociamos entre sí por alguna idea o sensación. Así, en el cielo de verano, contemplamos el triángulo formado por las estrellas Deneb, Altaír y Vega, y en invierno, el triángulo entre Sirius, Procyon y Betelgeuse, por más que tal triangulación sea
imaginaria.

Si digo constelación, pensamos en una figura hecha y conocida. Pero al decir asterismo evocamos inmediatamente la capacidad de imaginar cosas y conectarlas. Cuando relacionamos elementos distintos entre sí y le damos a esta asociación un nombre –mapa, esquema, plan, contexto, constelación– , sirviéndonos ello de guía para conocer o hacer algo, estamos haciendo un uso de la inteligencia humana que la inteligencia artificial dudosamente alcanzará.
Conectar hechos o datos entre sí, lo mismo que entre objetos o personas, es una virtud de la que dependen muchas más cosas de las que nos imaginamos
Conectar hechos o datos entre sí, lo mismo que entre objetos o personas, es una virtud de la que dependen muchas más cosas de las que nos imaginamos. El genio y el talento pertenecen a los que saben conectar lo que aparentemente no presenta una unión o coordinación entre sí. De ellos es el futuro, frente al empobrecimiento imaginativo y la inmadurez mental que nos acechan.
Hay que aprender a hacer asterismos con casi todo: desde la familia y la escuela, hasta la empresa y los centros formativos superiores. O el robot, potente en estadística, pero débil en imaginación y nulo en iniciativa, se encargará de trazarnos el pobre mapa que seguir en cada situación. Un equipo de trabajo funciona si conecta personas diversas en edad, sexo, personalidad y formación, y si quien lo lidera hace que ellas se escuchen unas a otras, como los músicos de las mejores orquestas; que cada una tenga su responsabilidad y trabajen todas con el mismo fin.
La uniformidad y la jerarquía harán, en cambio, que el equipo acabe en el caos, como el Bolero de Ravel, o en la nada, como la Sinfonía de los adioses de Haydn. Mírense los asterismos del cielo y, a continuación, trácense conexiones entre aquello que parece más dispar en la Tierra. El mayor asterismo es conectar a personas entre ellas. El siguiente, conectar ideas. El efecto es multiplicador.