Guerra comercial sin cuartel

Donald Trump se muestra inflexible en su política proteccionista. “Queremos hacer pagar a los que hacen negocios en nuestro país y se llevan nuestra riqueza”, ha dicho. En esta línea, ahora ha confirmado que Estados Unidos cobrará el 25% de arancel aduanero a todas las importaciones de automóviles, sea cual sea su origen. La medida es tan exorbitante que hizo temblar todas las bolsas del planeta, incluido Wall Street, con especial impacto en las acciones de los principales fabricantes mundiales. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos importa ocho millones de coches por año y cantidades considerables de componentes por valor de 240.000 millones de dólares. El país más afectado, sin embargo, es Alemania, que es el que vende el mayor número de vehículos en el mercado estadounidense. Así se acentuará el debilitamiento de la economía europea, que podría llegar, incluso, a una situación de práctico estancamiento, según advirtió hace pocos días el Banco Central Europeo. No hay que olvidar que la industria de la automoción es el primer sector de la economía alemana.

La subida del arancel sobre los automóviles decretada por Trump comportará el incremento de los precios de venta en Estados Unidos, la pérdida de competitividad de los coches europeos en ese país y un inmediato descenso de ventas. De ahí seguirá la caída de beneficios de los fabricantes europeos y las reducciones de empleo. Diversos analistas calculan que las plantillas europeas, de entrada, se podrían reducir en más de 25.000 trabajadores directos en todo el continente, especialmente en Alemania. El mismo proceso se extiende a China, México, Canadá y Japón, que son los otros grandes exportadores de coches a Estados Unidos.

Trump desata todas las alarmas al aplicar un arancel del 25% a las importaciones de coches

La subida del arancel sobre los automóviles es un paso muy grave en la escalada de la guerra comercial de Trump. Anteriormente ya aplicó un arancel del 25% sobre las importaciones de acero y de aluminio y del 20% sobre todas las importaciones procedentes de China. También ha anunciado, aunque no lo ha aplicado aún, un arancel general del 25% para todos los productos de Canadá y México. La próxima etapa de su ofensiva está prevista para el 2 de abril, justo cuando subirán los aranceles sobre los automóviles importados. Ese día, que Trump ha bautizado como “el día de la liberación”, tiene previsto concretar la aplicación general de los derechos de aduana recíprocos. Esto consistirá probablemente en aplicar a todas las importaciones los mismos aranceles que los diversos países aplican a Estados Unidos. El temor es que, en este marco, considere el IVA europeo como un arancel. “Ellos nos tasan, nosotros los tasamos al mismo nivel”, ha declarado. Además, ha amenazado con aranceles mucho más elevados, de hasta el 200%, a la UE y a Canadá si se les ocurre adoptar represalias comerciales por los aranceles aplicados hasta ahora, tal como han dicho que harán a mediados de abril. Trump ha amenazado también con aplicar aranceles del 25% a las importaciones de los países que compran petróleo a Venezuela, entre los que se encuentra España.

El Gobierno alemán ha pedido a la UE no inclinarse ante Estados Unidos y responder con fuerza. Estamos, pues, ante una guerra comercial sin cuartel. No es extraño que los constructores de automóviles alemanes hayan dicho que este es el final del libre cambio. En cualquier caso, es una modificación radical de las normas de juego del comercio internacional que tendrá consecuencias incalculables.

Alemania es el país más afectado por el cambio de las reglas comerciales que impone Estados Unidos

Con la implantación de aranceles tan agresivos, Trump pretende compensar la falta de competitividad de la industria de su país y reducir su millonario déficit comercial. Eso, sin embargo, juega también en contra de la propia economía norteamericana. De entrada, se traducirá en una subida de precios para los consumidores estadounidenses, en una mayor inflación y, por tanto, en tipos de interés elevados que, a medio plazo, podrían propiciar una reducción del crecimiento económico. A ese aumento de la inflación podría contribuir la subida de salarios por falta de mano de obra suficiente, agravada por la lucha contra la inmigración que también lidera Trump, para atender la mayor demanda de producción interna.

El menor volumen de comercio mundial, como consecuencia de la política proteccionista que aplica la primera potencia del planeta, se traducirá indefectiblemente en un menor crecimiento económico mundial, como ha advertido la OCDE. Con ello se demostrará, especialmente a Trump, que las guerras comerciales son malas para todos. La lástima es el precio que se pagará.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...