Leo en un titular: “Adolescencia es la serie que no querrás ver si tienes un hijo adolescente varón”. El “no” es relevante. “Es la serie que no querrás ver” porque te niegas a imaginar a tu hijo metido en algo tan turbio como lo que le ocurre a Jamie y porque aunque lo sepas, te resistirás a creerlo. “Pero debes verla”, añade el titular.
Parte del éxito de la serie es su potencial intención pedagógica. Como padre de adolescente, te da a conocer una temática hasta ahora relativamente ignorada: la posible relación de tu hijo con el modelo de virilidad tóxica que le ofrecen las redes y su entorno escolar. Aunque de poco te servirá ver la serie si no estás dispuesto a conversar con tu hijo, a ponerle límites, averiguar qué hace con el móvil y contrarrestar la influencia de un entorno potencialmente tóxico.
La hostilidad actual hombre-mujer es de una tristeza infinita
Pero, ¿cómo se hace eso si para un adolescente los colegas son su vida? ¿Cómo se hace si no tienes información al respecto, si ni siquiera tienes tiempo? ¿Cómo se hace si quizá eres tú mismo quien le ha transmitido un modelo de virilidad basado en la polarización y la hostilidad hacia las mujeres? ¿O cómo se hace eso cuando muchas feministas del wokismo ultra se comportan con una violencia verbal que parece exigir que todos y cada uno de los hombres paguen por las fechorías de todos los maltratadores de la historia?
La hostilidad actual hombre-mujer es de una tristeza infinita. Pero no hay que perder de vista que, por más que Jamie se sienta insultado por la víctima, ella se ha dirigido a él con palabras y emoticonos mientras que él le responde a cuchilladas. Responder con la fuerza bruta es lo propio de una virilidad ancestral que parece volver a ocupar un lugar de honor en el comportamiento de muchos adolescentes varones. Pero la actual violencia tiene un cariz distinto a la de generaciones anteriores: más inquietante, más psicopática, más vacía. A Jamie le faltan las palabras, no tiene relato para explicar lo que siente, solo impotencia que se transforma en rabia.
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Conversar con tu hijo y ayudarle a encontrar el sentido de sus acciones puede ser la única posibilidad de salvación. La alternativa es dejarle en manos del grupo de colegas y de unas redes sociales perversas. O en manos del azar, que a veces hace las cosas bien. Y a veces no.