Rearmarse

La historia nos demuestra que intentar evitar las guerras es algo muy difícil. Desde la ­antigüedad, la humanidad ha demostrado su estupidez por motivos varios: religiosos, voluntad de expansión, odio al vecino… Nosotros ­sufrimos la Conquista y la Reconquista, la derrota de la Armada Invencible, la lucha por la independencia contra las fuerzas napoleónicas y, la más reciente, la Guerra Civil, en que luchamos contra nuestros hermanos, matándonos unos a otros.

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RONNY HARTMANN / AFP

Ahora se habla de que Europa debe rearmarse y, por descontado, España también. Pero antes hay que hacerse varias preguntas, porque es muy distinto rearmarse para atacar o para defenderse. Los romanos utilizaban grandes tropas para atacar las Galias, muchas a caballo, y las Galias utilizaban todo tipo de fórmulas defensivas en su territorio para repelerlos. No creo que nosotros tengamos la intención de atacar a nadie; por lo tanto, nuestro rearme ha de ser claramente para defendernos.

Ya en la edad media, las ciudades españolas se fortificaban para defenderse. Ávila es el ejemplo que ha quedado más visible, pero también la historia nos demuestra que la sorpresa, el engaño al enemigo y, sobre todo, las ideas creativas son más fuertes que cualquier muralla. El caballo de Troya es una buena prueba. Y Aníbal sorprendió a los romanos no cruzando con sus naves la pequeña distancia del Mediterráneo entre Cartago y Roma, sino dando un gran rodeo con sus elefantes, por Hispania, los Pirineos, los Alpes y los Apeninos.

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También la naturaleza ayuda. El tambor del Bruc, tocado por una sola persona, pero reproducido mil veces por el efecto del eco de las montañas, asustó al enemigo, que creyó que tenía delante un gran ejército. Los rusos confiaron en su duro clima, enorme frío y nieve, para repeler a las tropas napoleónicas e impedir que llegaran a Moscú. Y así, infinidad de casos.

Pero las guerras en el siglo XXI son diferentes. Las comunicaciones, los misiles teledirigidos, la aviación, la información, todo es diferente, incluso la inteligencia humana, que es infinita pero que hoy cuenta, además, con la inteligencia artificial, que multiplica la nuestra. Es ahí donde el pequeño puede ganar al grande, donde David puede ganar a ­Goliat.

Eso no quiere decir que no nos tengamos que rearmar en Europa, si más no, para intimidar a nuestros enemigos, pero sin olvidar que lo inesperado, la sorpresa y, al final, la imaginación y la creatividad son tan importantes como el arma­mento.

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