Como los hechos han demostrado, la promesa hecha por el presidente Donald Trump de acabar con la guerra de Ucrania “en 24 horas” en cuanto llegara a la Casa Blanca se ha deshecho como un azucarillo. No solo eso, sino que las negociaciones puestas en marcha por la Administración republicana para tratar de establecer un acuerdo de alto el fuego que fuera aceptado por Rusia apenas han podido avanzar.
Mientras Ucrania, en una situación de debilidad, se ve obligada a plegarse a las exigencias de Washington para seguir disponiendo de su apoyo, imprescindible para contener el lento pero constante avance de las tropas rusas en el Donbass y en el óblast ruso de Kursk, Moscú ha dejado bien claro que no tiene ninguna prisa por llegar a un acuerdo con Estados Unidos que permita una tregua. Para Vladímir Putin, cuanto más se siga alargando el conflicto, mayores son sus posibilidades de seguir debilitando al ejército ucraniano y de conquistar nuevos territorios. El Kremlin apuesta por prolongar las conversaciones y ha ordenado a sus negociadores “discutir cada coma” de los borradores para así ir ganando tiempo.
Hace unos días, Putin incluso subió la apuesta al proponer a la ONU, a EE.UU. y a los países europeos que participaran en apartar a Zelenski de la presidencia y tutelaran un gobierno de transición. El líder ruso no está dispuesto a firmar nada con el presidente ucraniano, al que no considera legitimado para ejercer el cargo por no haber convocado elecciones el pasado año.
Esta última propuesta del Kremlin ha provocado el enfado de Donald Trump, que hace unos días ya empezó a manifestar públicamente su frustración, su impaciencia y su enojo ante la negativa rusa a sellar un acuerdo que Ucrania sí ha aceptado. Incluso ha amenazado con imponer aranceles a cualquier país que compre petróleo ruso, una medida que podría hacer mella en la fuente de ingresos más crucial de Moscú para la guerra.
El líder ruso da largas a las demandas de EE.UU. y de la OTAN para acordar una tregua con Ucrania
La situación podría desembocar en un punto de inflexión en el que Trump llegue a la conclusión de que Putin no está interesado en ningún acuerdo y que siempre pondrá algo más sobre la mesa para lograr sus objetivos. En este sentido, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, afirmó ayer en Bruselas que espera saber “en semanas, no meses”, si Rusia se toma en serio la posibilidad de alcanzar la paz, pero advirtió que Trump “no caerá en la trampa de interminables negociaciones sobre negociaciones”.
Porque lo cierto es que esas negociaciones, llevadas a cabo hasta ahora en Arabia Saudí entre rusos y estadounidenses, no han servido para acallar las armas. La tregua energética de un mes teóricamente pactada es violada de manera sistemática por los bombardeos rusos y por la respuesta ucraniana. Pese a ello, Kiril Dimítriev, el enviado especial de Putin a Washington –el primero en tres años–, afirma que ha habido avances negociadores tras reunirse con Steve Witkoff, el enviado de Trump para Oriente Medio y Rusia, y ha sugerido que Moscú podría estar abierto a garantías de seguridad para Kyiv.
La guerra de Ucrania ha sido uno de los puntos principales de la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, a la que Rubio acudió por primera vez. La mayoría de ministros europeos, encabezados por los de Francia y el Reino Unido, culparon a Rusia de rechazar un alto el fuego y le instaron a aceptarlo ya sin nuevas condiciones, exigiendo a Moscú una respuesta inmediata.
Además, según la alta representante de política exterior europea, Kaja Kallas, Rubio les aseguró que Europa tendrá que dar su aprobación a las negociaciones sobre el futuro de Ucrania. Precisamente ayer los jefes de Estado Mayor francés y británico discutieron en Kyiv las garantías de seguridad que establecer si se llega a un alto el fuego o a un acuerdo de paz.
Marco Rubio afirma que “en unas semanas” sabremos si Rusia se toma en serio lograr la paz
Las difíciles y complejas negociaciones entre EE.UU. y Rusia no parecen avanzar. Los planteamientos y soluciones que Washington propone no coinciden con los objetivos y propósitos de Moscú. Todo sigue en el aire, pendiente de si finalmente Trump se cansa de que Putin le siga dando largas y materializa de algún modo “el gran cabreo” que hace días dijo tener ante la intransigencia negociadora rusa.
Por lo que respecta al papel de EE.UU. en la seguridad europea, Marco Rubio, con una actuación más diplomática y conciliadora que la de su homólogo en la cartera de Defensa, ha intentado aliviar tensiones en la Alianza. Calmó los temores de una posible retirada de EE.UU. de la organización y reiteró su apoyo a esta, pero expresó el deseo de su país de cambiar la dinámica de la financiación militar, afirmando que los aliados deben subir su inversión en defensa al 5% de su PIB.