Hacerse el sueco hoy

Lo de hacerse el sueco ha cambiado de acepción desde que en la Segunda Guerra Mundial la nación nórdica se puso literalmente de perfil y abrió paso a las tropas de Hitler en nombre de la neutralidad, aun sabiendo que iban camino de la ocupación de Noruega.

(FILES) The Swedish flag is displayed as Swedish soldiers stand during a ceremony in their honour as they joined the NATO Multinational Brigade during a visit of the Swedish prime minister to Adazi military base near Adazi, northeast of Riga, Latvia on February 7, 2025. Sweden will increase defence spending by about 300 billion kronor ($30 billion) over the next decade, the prime minister said on MArch 216, 2025, calling it the nation's biggest rearmament push since the Cold War. (Photo by Gints Ivuskans / AFP)

 

Gints Ivuskans/AFP

Desde entonces, y tal vez por ello, Suecia ha sido una valiente defensora de la paz. Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU en los años cincuenta, abogó ferozmente por el peacekeeping y por la independencia de su cargo... Y murió en un misterioso accidente aéreo en Congo mientras intentaba negociar un alto el fuego en África. En plena guerra fría, Olof Palme transformó la política exterior sueca en una herramienta activa por la paz, denunció la guerra de Vietnam o el apartheid... Y fue asesinado. La paz, lejos de ser de cobardes, parece un deporte de riesgo.

Para muchos suecos lo realmente cobarde haya sido unirse ahora de nuevo a la OTAN

De ahí que para muchos suecos lo realmente cobarde haya sido unirse ahora de nuevo a la OTAN. “Nosotros somos eso, gente de la palabra. Y hemos tirado por la borda años de lucha por la paz para ponernos ¿a fabricar armas?”. Lo comentaba estos días un colega fotógrafo que devino en psicoanalista, durante una cena con amigos en un apartamento de Estocolmo. Había que mantenerse “radicalmente neutrales”, cual psicoanalista sentado allí como un saco de patatas, tanto si el paciente confiesa un asesinato como un acto de amor. Pero, ¿quién obliga a las naciones a pasar por el diván sueco?

En todo caso, no sería erróneo afirmar que la sociedad sueca lleva una gran ventaja al resto de Europa en sensibilidad y capacidad de experimentar la vida desde un estado de profundidad natural. Basta observar su vivencia de la cultura: a corazón abierto, pero en la intimidad del alma.

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Este fin de semana, por ejemplo, se produjo esa magia con el Mahler que interpretó el Orfeó Català en el Berwaldhallen de Estocolmo, con Daniel Harding y la muy detallista Orquesta de la Radio Sueca. También del público depende que el arte se revele en todo su sentido, de ahí que no esté garantizada esa misma veracidad cuando en mayo recalen en Barcelona.

Y lo mismo podría decirse de una visita al Fotografiska Museum: el visitante se echa de entrada unas risas a costa de la muy gráfica exposición Toiletpaper, sobre quién impulsa a quién hacia la sociedad del bótox y el espectáculo. Pero luego se deja atrapar por la vivencia de la fotógrafa Vanni Jung Stahle, que regresa a su pueblo en Suecia para ver qué fue de los que se quedaron. O por los descarnados retratos de losers (perdedores) que hace Bruce Gilden. Verdades incómodas ante las que hacerse el sueco es otra cosa.

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