¡Brujas del mal!

"Este es un momento moral para todos. No se trata de derecha o izquierda. ¡Se trata del Bien o del Mal!”, ha sentenciado el senador Cory Booker, en su último y maratoniano discurso, de más de 25 horas, en la Cámara Alta, contra Donald Trump. Abrumadas por su narcisismo y nacionalismo económico, pero también por la determinación de Putin de regresar a un mundo regido por áreas de influencia y no según las reglas del derecho internacional o, no menos importante, temerosas ante la llegada masiva de extranjeros a nuestras ciudades, las autoridades europeas se disponen a reparar un mundo que ya es de ayer, penalizando con aranceles los bienes y servicios norteamericanos, aprobando nuevos presupuestos para la guerra con Rusia y, cómo no, endureciendo el discurso antiinmigratorio.

De nuevo, en contra de lo que aprendimos del siglo XX, Si vis pacem para bellum. Justo la misma respuesta que franceses e ingleses dieron a las aspiraciones alemanas de reconocimiento a las puertas de la Primera Guerra Mundial. Porque una guerra era impensable, sentenciaron en Cambridge y en la Sorbona las élites del momento, pero había que demostrar que llegado el caso se estaría en condiciones de librarla. Como entonces, de nuevo parece que no son tiempos para el elogio de las virtudes minúsculas, para la diplomacia pragmática ni el apaciguamiento. Si los malos quieren guerra, ¡la tendrán!

A man holds a placard reading

  

ALBERTO PIZZOLI / AFP

Y eso que desde que Mary Shelley nos contó la vida de Frankenstein, allá por los albores de la modernidad, sabemos que no es tan fiero el león como lo pintan y que, en la mayoría de las ocasiones, la vida encarnada, la real, encaja poco con las clasificaciones maniqueas que distinguen entre lo bueno y lo malo. También sabemos que a menudo son los prejuicios o intereses del momento los que distinguen ángeles y demonios, aliados de enemigos.

Si no les convenzo con argumentos para adultos, dediquen un rato a ver Wicked, la fantástica adaptación cinematográfica del musical de Broadway, recién oscarizada en Hollywood. Ambientada en el universo de Oz, la historia cuenta las aventuras y desventuras de Elphaba, la bruja malvada del Oeste y de Glinda, (en teoría) la bruja Buena, guapa y popular, su enemiga íntima desde los tiempos de la universidad.

No habría que permitir que las autoridades aprueben rearmes y aranceles sin refrendo popular

Aunque el cuento empieza con el júbilo general por la muerte de la bruja mala, pronto se descubre que las apariencias engañan y que, como pasa siempre, los que nos parecen malos simplemente lo son porque nos resultan disidentes o extraños. Aunque en apariencia Elphaba es terriblemente malvada, en realidad solo es una incomprendida por su inusual color verde.

Verdes (o naranjas) nos parecen Donald Trump, Vladímir Putin, los jóvenes inmigrantes no tutelados e incluso los jueces que dictan sentencias que “anteponen la presunción de inocencia por delante del testimonio de las mujeres” (¡a quién se le ocurre!). Y no digo yo que, de su rareza, de la incomprensión y severidad con que los tratamos no se desprendan acciones equivocadas e incluso reprobables. Pero de ahí a responder rearmándonos hasta los dientes, levantando muros, o lesionando derechos fundamentales, dista una legua.

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Los ciudadanos de buena fe no deberían permitir que las autoridades aprueben rearmes y aranceles sin refrendo popular ni control parlamentario alguno; como tampoco deberíamos tolerar que por gesticular ante el auge de la ultraderecha se mercadee con los derechos de los inmigrantes que han conseguido poner el pie en España, confiando en que lo hacían en una sociedad con principios y no en un Estado feudal, que reparte cargas y prebendas según capricho y necesidades de quien gobierna.

Tampoco deberíamos contemporizar con los políticos que, cegados por la ambición o el exceso de fe en sus propias convicciones, olvidan que siempre será mejor ver campar por la calle a cien culpables, que castigar injustamente a un inocente. Entre otras cosas, porque sabemos que, aunque los filósofos no aciertan con la definición definitiva del Bien, en su nombre la humanidad ha cometido y sigue cometiendo grandes atrocidades. Y que por mucha bruja malvada que vuele por encima de nuestras cabezas, al final pasará lo de siempre: que empezaremos prendiendo la hoguera contra los raros y acabaremos nosotros mismos rustidos. Oh, Señor, sálvanos del Bien, ¡que del Mal ya nos salvaremos nosotros!

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