La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y sus promesas de acabar con las guerras de Ucrania y Gaza suscitaron una razonable esperanza. El presidente de Estados Unidos presumía de ir al grano en todos los asuntos y ser un líder resolutivo en asuntos internacionales, a diferencia de sus predecesores y de la propia diplomacia y sus formas. Siendo un presidente atípico en la historia de Estados Unidos, buena parte del mundo creyó, con cierta candidez, que quizás Trump podría decantar dichos conflictos y mediar con agilidad en pos de la paz o, en su defecto, en treguas que allanasen el camino para la negociación. El presidente Trump aportaba otro argumento de aparente peso: a diferencia de su predecesor, Joe Biden, mantenía una buena sintonía personal con el presidente de Rusia y el primer ministro de Israel. Parecía que en cuanto se lo pidiese a sus dos amigos (Vladímir Putin y Beniamin Netanyahu), la paz llegaría en cuestión de días, semanas a lo sumo. Muchos confundieron su deseo bienintencionado de acabar la guerra en Ucrania y Gaza con la retórica pacifista del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Tras sendos arranques prometedores, la vía diplomática se halla en punto muerto y a diario siguen cayendo inocentes, tanto en Ucrania como en Gaza. No ha habido solución mágica pese al tono de cara a la galería de Donald Trump, en la línea de aquello tan carpetovetónico de “esto lo arreglo yo con una llamada de teléfono”.
Estados Unidos tiene más margen de maniobra en Gaza que en Ucrania. Inicialmente, la intermediación estadounidense, qatarí y egipcia obtuvo resultados y la organización terrorista Hamas y el Gobierno de Beniamin Netanyahu pactaron un alto el fuego en tres fases que entró en vigor el 19 de enero. Un rayo de esperanza después de quince meses de guerra tras la incursión terrorista de Hamas en suelo israelí el fatídico 7 de octubre del 2023. La primera fase de la tregua permitió a varios centenares de miles de palestinos desplazados en el interior de Gaza el retorno a sus hogares o lo que quedaba de ellos. Asimismo, los convoyes de abastecimiento volvieron a entrar para paliar los sufrimientos de los gazatíes. En contrapartida, Hamas dejó en libertad a 33 rehenes y entregó los restos mortales de tres miembros de una familia de origen argentino, mientras que un millar de presos palestinos fueron excarcelados por Israel.
La primera fase de la tregua fue esperanzadora, pero a la espera de la segunda, la guerra sigue
La primera fase de la tregua concluyó el 18 de marzo y ha supuesto el retorno completo a la guerra, de menor intensidad pero nada simbólica. “Es solo el comienzo”, remarcó el primer ministro Netanyahu nada más reanudarse los ataques aéreos, que se han cobrado desde entonces la vida de 1.650 palestinos. Los bombardeos israelíes vuelven a ser una rutina y sus tropas han ampliado el control de áreas aledañas a Israel con el argumento de tener “una zona de seguridad”, vetada a los palestinos y con una superficie aproximada del 30% de la franja. Según varias estimaciones, el ejército israelí controla en total el 70% de Gaza, incluida Rafah, la ciudad que conecta el territorio palestino con Egipto. La ONU evalúa en unos dos millones el número de habitantes técnicamente confinados en Gaza, especialmente en el sur y el litoral de la franja. Y no parece que retirar las tropas sea una posibilidad para el Gobierno de Netanyahu. No a corto plazo. El ministro de Defensa ha declarado que seguirán “bajo cualquier acuerdo de futuro, ya sea temporal o permanente”.
El primer ministro argumenta que la presión militar es el más convincente argumento para que Hamas libere a los últimos secuestrados en su poder. Ellos son la moneda de cambio de Hamas, posiblemente la única. Estamos ante un nuevo pulso de fuerza en el que Israel parece tener todas las bazas. La fatiga de los gazatíes es grande y algunas voces han desafiado la ley del silencio que imponía Hamas para desmarcarse de su monopolio del sentir palestino. La hiperactividad del presidente Trump es variable y el foco ha pasado a la guerra de aranceles. Gaza ha vuelto al segundo plano y solo Qatar maniobra de forma activa para que la segunda fase de la tregua sea implementada.
Israel aumenta el control de Gaza y alega que solo la presión militar liberará a sus secuestrados
Mientras Hamas prolongue el cautiverio de los 58 últimos rehenes israelíes, Netanyahu tendrá argumentos –moralidad aparte– para seguir la desactivación de Gaza como amenaza vital para Israel. Un empeño que parece contar con el visto bueno de Estados Unidos, entre cuyas prioridades no figura Gaza. Ni Oriente Medio.