No acostumbro a aprovechar la ventana que ofrece esta tribuna para explicar vivencias personales, pero hoy va a ser una excepción. Quiero compartir las reflexiones desgranadas a lo largo de la jornada del apagón del pasado día 28. Y les avanzo la principal conclusión: somos frágiles, demasiado frágiles.
Ese día, el AVE en el que viajaba entraba en Atocha en torno a las 12 del mediodía. Poco después coincidía casualmente con un amigo tomando un café en un hotel. Habíamos llegado a la estación prácticamente al mismo tiempo, aunque en trenes distintos, y ambos acabábamos de tener la misma sensación al observar el enjambre de vías que contornean las cercanías de la entrada a la terminal. Casi todo pasa por Atocha, como casi todo pasa por Madrid. Recordamos su efecto aspirador, evocamos la “España capital París”. Al enjambre de vías le acompaña una tela de araña de cables eléctricos decorando anárquicamente el paisaje ferroviario. Demasiadas vías, demasiados cables… compartimos la inmensa sensación de fragilidad que el conjunto provoca. Algún día esta sobrecargada infraestructura puede colapsarse.
Muchas personas en la calle en Madrid, durante el día del apagón
Sumergidos en esta reflexión se apagaron las luces del hotel, los móviles dejaron de funcionar y empezó el desconcierto. ¿Qué está pasando? Curiosamente, un mensaje de WhatsApp de una de mis hijas desde París informa de que el apagón abarca la península Ibérica y el sur de Francia.
Las especulaciones se abren paso. Imagino tres posibles causas. ¿Será un fallo en nuestra red eléctrica? ¿Podría ser un ciberataque? ¿O, puestos a elucubrar, es Elon Musk desconectando a España, o quizás a la UE, como dijo que haría con los ucranianos si estos no se portaban bien? La incertidumbre (signo de los tiempos que vivimos) se suma a la fragilidad que encarnaría cualquiera de las tres hipótesis. Interrumpimos nuestra reflexión y cada uno se dirige a atender sus compromisos a la hora del almuerzo.
El debate sobre los responsables del apagón se alarga y politiza: la ideología prima sobre la tecnología
Nunca había visto un tumulto tan grande de personas por las calles de Madrid. Seguimos sin luz, pero los decibelios de la especulación se perciben con creciente intensidad. ¡Es en toda Europa! En el corto espacio que separa Cibeles y la Puerta de Alcalá, en tres ocasiones oigo esta expresión en grupos de ciudadanos. Entrando ya en el restaurante un segundo watsap (siguió funcionando intermitente en el primer par de horas) me comunica algo que parecía obvio. Iba a almorzar solo. El caos circulatorio impedía al otro comensal llegar a la cita.
El restaurante es pequeño, está casi vacío, lo que facilita oír los comentarios de otros clientes. ¡No es solo en España, también en Francia, en los Países Bajos, en Alemania…! Lo dicen unos señores recién llegados. Lo percibo como un bulo. Instantáneamente recuerdo la covid. Sigo dando vueltas a la hipótesis del ciberataque y por mi cabeza pasan las secuencias de la serie Día cero de Robert De Niro y asumo nuevamente la enorme fragilidad en la que vivimos. No solo en España, sino en toda la UE.
Percibo los comentarios de una pareja joven de otra mesa. Han dado instrucciones de llenar el depósito de la moto, del coche, de sacar dinero en efectivo, de comprar en el súper pilas, velas y comida. A falta de corriente eléctrica no creo que pudieran hacer ninguna de las cosas y me acuerdo del kit de la UE para emergencias y los memes que provocó. Y del debate sobre el rearme, de la necesidad de invertir más en seguridad. No para comprar tanques o balas, sino para invertir en prevención de ataques híbridos. Estas serán las guerras del futuro. Esta es la fragilidad con la que convivimos.
Ya acabada la frugal comida, de nuevo la calle es un hormiguero de personas. Sigue el desconcierto. Una semana después parece que ni el ciberataque, ni Musk son los responsables del apagón. Las causas pueden ser internas. El debate sobre los responsables del apagón se alarga y politiza y de nuevo la ideología prima sobre la tecnología. ¿Y si entre todos intentaran pactar un mix energético que impida que se repita un apagón de este tipo? ¿Y si el Estado, que para lo que quiere llega hasta el último de los rincones, fuese capaz de elaborar un auténtico plan de emergencia y seguridad para mitigar nuestra fragilidad ante estos y otros dramáticos sucesos? Pero no, no hay diálogo y sin él no hay acuerdos.
