Pastel de queso con sirope de fresa

Más de cien cardenales como un pastel de queso con sirope de fresa por encima, joya del menú del día de cualquier restaurante de barriada. Hay tanta vanidad y coquetería, liturgia y azúcar en esa imagen que uno espera que no la cambien nunca. Espectáculo retrógrado, misterioso, casi increíble en estos tiempos en los que vivimos desnudos, en una habitación sin paredes. Es probable que la Iglesia católica sea como las películas de Harry el Sucio. Todos sabemos qué piensa Harry, qué hace Harry y qué decide Harry. Nadie quiere que Harry no sea Harry y a todos nos gusta Harry para poder detestarlo. Más de cien cardenales vestidos de pastel de queso con sirope de fresa atestiguan tal placer culpable.

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Andreea Alexandru / Ap-LaPresse

Hace poco pude ver en la catedral de Marsella el cráneo de Lázaro. La reliquia se exhibe con un certificado de autenticidad que deja como último criterio el de la fe. Esa es la herramienta. No las leyes ni la ciencia. Ese cráneo es de Lázaro si crees y no lo es si no crees. Así de sencillo, así de absurdo y fascinante. El cráneo del hombre que murió dos veces. El amigo de Jesús de Nazaret.

Hay tanta liturgia y azúcar en la imagen de los cardenales que uno espera que no cambie

Jesucristo es Elvis como san Pablo es el Coronel Parker, su mánager, un comerciante de feria que supo cómo vender el pan y los peces. San Pablo se inventó el cristianismo una vez Jesús, como profeta apocalíptico, fue crucificado y su secta judía quedó en trance de desaparición. Tardó tres días en resucitarle. Elvis lo hizo en 1968 en la NBC. También murió solo, a buen seguro que sorprendido de que no se abrieran los cielos y alguien le echara una mano. San Pablo no pedía­ la circuncisión para ser salvado y universalizó el mensaje. El Coronel Parker compró Elvis a Sun Records por 35.000 dólares y lo llevó a RCA para hacerle Rey.

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Carlos Zanón
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Como oenegé, reformada y aperturista, la Iglesia católica nos dura quince minutos, desangrada en las propias contradicciones de su época, cualquier época. En tiempos volátiles o líquidos, la Iglesia católica y sus rituales, su misterio, sus juegos, tretas y recetas, son ese hermoso e inmenso transatlántico que lleva dos mil años hundiéndose. Nos hemos construido alrededor de ese pastel de queso, contra ese pastel de queso con sirope de fresa en su parte superior. Sin él, nos sentiríamos perdidos y no olvidemos que, hoy y siempre, Elvis está vivo.

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